Publicado: 17 de Julio de 2015

El acoso escolar en la adolescencia tiene muchas caras. Puede comenzar con motes despectivos, pasar de las burlas a las amenazas, más tarde a la marginación del grupo y llegar al extremo de las agresiones físicas. Se puede dar uno de estos comportamientos o varios. O todos a la vez. Y repercutir seriamente a la salud mental de las víctimas.

Un extenso estudio (de los mayores en cuanto a población analizada) que publica la revista BMI (British Medical Journal) ha tratado de arrojar luz a las secuelas de estos comportamientos en forma de depresiones en la edad adulta más temprana -a los 18 años- cuando se sufren en la adolescencia -a los 13 años-. Y plantea que en torno al 29% de los casos diagnosticados hunden sus raíces en la violencia que las personas vejadas sufrieron a manos de sus compañeros.

“Hemos observado una fuerte relación entre la victimización en la adolescencia con el diagnóstico de cuadros depresivos a los 18 años, al margen de que estas personas fueran agredidas en la infancia, o de los problemas emocionales o de comportamiento que pudieran sufrir, o de otras variables”, relatan los autores del trabajo, psicólogos, psiquiatras y especialistas en salud comunitaria de las universidades de OxfordBristolWarwick y el University College London. Además, añaden que entre este grupo de personas, la probabilidad de mostrar tristeza patológica duplica a la tasa media de la población.

Para poder establecer la relación que describen en el artículo, los investigadores se sumergieron en una conocida y extensa base de datos poblacional, la Avon Longitudinal Study of Parents and Children in the UK (ALSPAC), de donde extrajeron información de 3.898 participantes de esta cohorte británica.

En una primera batería de preguntas, se pidió a los chavales que relataran si habían sufrido algún tipo de acoso escolar. Para acotar este comportamiento, se les planteó si se habían sentido víctimas de nueve tipos de agresiones diferentes en los últimos seis meses. Las acciones concretas eran: sufrir robos, amenazas o chantajes, palizas o golpes, tener apodos humillantes o estar marginado del resto. También haber sido forzado a actuar en contra de su voluntad, ser sujeto de la difusión de mentiras intencionadas o de hostigamiento en juegos.

A los 18 años se volvió a contactar con los participantes para evaluar su salud mental, en concreto, si padecían síntomas depresivos. De los adolescentes que admitieron ser víctimas constantes de acoso (683), el 14% tenían un diagnóstico clínico de depresión. La tasa era del 7,1% entre los que habían sufrido agresiones ocasionales (entre una y tres veces en seis meses). Por contra, solo el 5,5% entre quienes no sufrieron humillaciones padecían pena patológica.

Además, los investigadores observaron que el 10% de las personas que más intensamente sufrían el acoso padecían procesos depresivos largos, de más de dos años de duración, algo que solo sucedía a un 4% entre quienes no habían sido agredidos.

Los investigadores destacan la amplia población analizada y su seguimiento hasta el final de la adolescencia como uno de los principales puntos fuertes del trabajo. Entre los puntos débiles, asumen que su estudio es observacional (no está centrado en determinar la relación casua-efecto), y algún otro aspecto, como la falta en consideración del ciberacoso, ya que la recofgida de información tuvo lugar entre los años 2003 y 2005, cuando aún no estaba tan extendido.

Con todo, "es un estudio digno de consideración", destaca Fuensanta Cerezo, especialista en acoso escolar. La autora del libro La violencia en las aulas explica que otros estudios retrospectivos en adultos apuntan en la misma dirección que el trabajo británico. Y plantea una cuestión relacionada con las conclusiones del artículo que está despertando un interés creciente entre la comunidad científica: ¿Por qué hay personas que sufren secuelas más o menos permanentes, como depresiones repetidas, mientras otros son capaces de sobreponerse a las humillaciones?

Esta profesora de psicología y de violencia escolar en los estudios de criminología de la Universidad de Murcia destaca la importancia de poder identificar los resortes que permiten a algunas víctimas superar estos hechos sin que les deje huella en sus relaciones sociales mientras otras no son capaces de superarlo y "acaban anclándose en en la victimización, algo que está muy relacionado con la soledad y la depresión". "Estamos trabajando en determinar qué factores activan esta resiliencia", añade.