Publicado: 28 de Octubre de 2015

Hace unos meses, buscando con mi hija su regalo de cumpleaños, nos ocurrió una anécdota muy representativa del punto extremo al que está llegando el marketing de género en los juguetes. Adriana quiso entrar en una juguetería porque quería buscar si tenían algo de Minions, de Dinosaurios o tal vez un trompo nuevo. Estuvo mirando un buen rato, pero no encontró nada que le gustara y me dijo que prefería que le comprara, en otro sitio, unas sábanas de Minions. Nos disponíamos a salir de la tienda cuando la encargada de la juguetería, dirigiéndose a mi hija, le preguntó si no quería ver los juguetes de niñas, al tiempo que señalaba hacia un rincón de la tienda que despedía un resplandor rosa exultante. Adriana, se mostró muy sorprendida y me dijo que no quería ir a esa zona de la tienda. Nos despedimos, nos marchamos y, cuando habíamos recorrido unos metros, se detuvo y me dijo, “Mamá, ¡qué tontería ha dicho la chica de la juguetería! ¿Cómo pueden ser los juguetes de niños o de niñas? Los juguetes son juguetes”.

Lo cierto es que mi hija acertó de pleno. Los juguetes no tienen sexo y, desde luego, su uso no tiene que estar predeterminado por el género del niño. Pelotas, patines, cocinitas, carritos de la compra, piezas de construcción, libros, manualidades, pinturas, muñecas, bicicletas, combas, pomperos, plastilina, etc. son sólo juguetes, son objetos asexuados que les sirven a nuestros hijos para crecer, madurar física y emocionalmente, y para comprender y aprehender el mundo y la sociedad que les rodea. Si queremos que nuestros hijos crezcan en la igualdad, en un mundo más justo, independientemente de si nuestro hijo es niño o niña, sus juguetes deben estar determinado por sus propios gustos y necesidades de desarrollo, no por su sexo o su color.

Sin embargo, vivimos en una sociedad en la que, a pesar de que la mujer haya conquistado muchos derechos, las desigualdades son patentes y el machismo sigue muy presente. No siempre es un machismo burdo y brutal como el que se daba antaño, pero existe y toma caminos más recónditos y sutiles para calar en los usos y costumbres sociales. Uno de ellos, el que nos atañe en este artículo, es el de perpetuar estereotipos y roles de género a través de los juguetes. En la campaña publicitaria de la campaña de Navidad 2013-2014, según dos estudios realizados por el Instituto Vasco de la Mujer Emakunde, vemos cómo las ocupaciones-profesiones de ama de casa, peluquería/estética y modelo fueron las más representadas en los anuncios protagonizados por niñas y las profesiones de militar, policía y piloto fueron las más representadas en los anuncios protagonizados por niños. Además el 46% de los anuncios dirigidos a niñas se detecta algún Arquetipo sexista, destacan del de coqueta, cuidadora y Barbie, y en los dirigidos a los niños, los arquetipos de connotaciones más violentas, como el de héroe o guerrero, son los que tienen mayor presencia.

Por otra parte, un dato a tener en cuenta es que el marketing de género dirigido a la infancia, no sólo se está dando en los juguetes, sino que también podemos encontrárnoslo en las colonias de bebés, en la ropa, en los libros de actividades, en los cuentos y hasta en los locales de celebración de cumpleaños. Resulta que se está poniendo de moda que las niñas, desde los 5 años, celebren sus cumpleaños en centros donde a ellas y sus amiguitas les realizan tratamientos de belleza como manicura, pedicura, les ponen mascarillas, las peinan y al final del evento tienen que desfilar por una pasarela delante de los padres. En Gran Bretaña, según me comentó una amiga, además, el único dulce que les dan es la tarta, toda la demás comida que reciben durante la fiesta tiene que ser sana. Desconozco si, paralelamente, también se les ofrece a los niños de género masculino algún tipo de cumpleaños temático exclusivo para ellos.

Confieso que me preocupa enormemente el mensaje que nuestras hijas e hijos están recibiendo, por medio de este marketing de género, desde que nacen. No comprendo por qué los libros de actividades de 3 a 6 años tienen que ser de niños o de niñas, salvo para perpetuar la desigualdad y dirigir a los niños hacia profesiones de acción y científicas y a las niñas hacia los servicios.

   

Me espanta que existan globos terráqueos rosas para niñas (¿crecerán estas niñas pensando que nuestro planeta es rosa?) o que el juego “Operación” femenino, que vendían las pasadas navidades en un centro comercial, en vez de órganos internos tuviera lápiz de labios, perfume y complementos de belleza (las protestas de una mamá, Yaiza Leal, lograron que este juego fuera retirado del mercado).

  

Me entristece que incluso los juegos de construcción de Lego, antaño tan igualitarios, hayan sacado su gama de juguetes para niñas (princesas, salones de belleza, centro veterinario, heladería, casa lujosa al borde de la playa, etc.).

No entiendo que los olores de las colonias, las bebidas (merece otra entrada el hecho de que además, simulan botellas de bebidas alcohólicas) o los huevos de chocolate sean para un género u otro.

  

Me sorprende que las niñas sólo puedan vestir tonos rosas o pastel y los niños colores en la gama de los azules o rojos.

Me indigna que las niñas sean cosificadas, como si de una gracia se tratara, asistiendo a fiestas en la que se les hace saber y asimilar que son objetos de exhibición. Fiestas exclusivamente femeninas en las que existe una alarmante separación de género en roles. Además, me parecen eventos perversos, manipuladores, a las niñas y a los niños les encanta disfrazarse, jugar con otras identidades, usar maquillaje, acicalarse, lo hacen como un juego inocente, como una búsqueda de su propia identidad. Sin embargo, el mensaje que reciben en este tipo de centros al “jugar” a maquillarse, a ser princesas, modelos es que tienen que enmascarar su verdadera identidad para gustar, para recibir el elogio, el aplauso. Además, se las sexualiza e incita a desfilar delante de adultos que van a juzgarlas como a un objeto, por ser guapas, por ser bonitas. Estas niñas son cosificadas, comercializadas, pasan a perder su identidad de ser humano para convertirse en objeto de exhibición. Leyendo la publicidad de uno de estos centros me encontré con este texto: “Porque tu pequeña es especial, ¿no crees que se merece una fiesta tan especial como ella? … B. es el paraíso de las niñas. Maquillaje, dulces, camas con dosel para relajarse, jacuzzi… y todo ello en un universo donde domina el color rosa. Un centro de belleza dirigido a las más pequeña.”

Como madres, como padres, tenemos que defender a nuestras hijas e hijos del daño que puede causarles esta división de roles a través de los juguetes y objetos dirigidos a uso infantil. Si les hacemos pensar a nuestros hijos que niñas y niños son diferentes, que hay juguetes exclusivos para uno u otro género, estamos cercenando el crecimiento y la maduración de nuestros hijos. También, estamos limitando su capacidad de exploración y encerrándolos en compartimentos estancos.

Tenemos que liberar a nuestros hijos de prejuicios y estereotipos. Tenemos que dejarles crecer y experimentar con los juguetes, los colores, las texturas, los sabores, sin importarnos si es niño o niña, sin orientarles a un juego o a otro por cuestión de sexo. Los seres humanos tenemos múltiples facetas e intereses y para los niños, el poder experimentarlos todos ellos a fondo supone un efecto a corto y largo plazo muy positivo. Los niños, al igual que los adultos, se apasionan con los juegos, con los oficios, con las bellas artes, con la ropa, no por ser niños o niñas, sino porque les atrae, les llena, les colma. Dejémosles que experimenten y encuentren sus pasiones, serán niñas y niños felices y adultos equilibrados y satisfechos con sus vidas.

No lo olvidéis, nosotros somos la pieza fundamental para no contaminar la mirada de nuestros hijos con discriminación y sexismo.

Texto: Elena Mayorga