Publicado: 9 de Diciembre de 2015

De niños quizás nadie nos mostró cómo aprender a vivir haciéndonos el amor a nosotros mismos.

No solo en lo sexual, sino al escucharnos y hablarnos internamente, al no juzgarnos, al mirarnos con ternura y pasión frente al espejo o al darnos espacio para habitarnos sin meternos prisa, ni exigirnos lo que no queremos dar de nosotros (hasta quedarnos secos).

Nadie nos dijo que para ser felices necesitaríamos hacernos el amor al menos tantas veces como necesitamos comer al día, ni que sería mejor hacerlo muchas veces más…

Al levantarnos por la mañana y sonreírnos, al darnos unas palabras de aliento cuando todo parece ir de mal en en peor, al decidir que sí merecemos un descanso para salir a pasear al sol o un hueco en la agenda para eso que de veras es lo importante para nosotros. O al darnos las buenas noches y desearnos felices sueños.

Pero crecimos esperando la felicidad y el amor fuera de nosotros. Y aún andamos dando vueltas por la vida sin pararnos a generarlos desde adentro.

Lo sabes. Lo sé. Pero cuánto nos cuesta dejar de sabotearnos cuando se trata de amarnos a nosotros mismos… La posibilidad está ahí todo el tiempo pero preferimos dejarlo para mañana o para el año que viene…

Una vez más pasamos de año y la puerta al cambio está de nuevo frente a ti.

A lo largo de tu vida has franqueado ya numerosas puertas, te has transformado desde que empezaste tu viaje siendo una pequeña célula dividida en dos y llevas en ti la huella de todos esos cambios.

La Vida en toda su plenitud no te ha olvidado. Eres tú quien a veces olvidas esa conexión que tienes con todo lo que te rodea. Es muy fácil quedar atrapados por el engranaje del día a día. Muertos en vida, viviendo vidas prestadas que nos quedan grandes o pequeñas, pero que no son las nuestras. Las que querríamos vivir “si pudiéramos”.

Nos pasamos la vida esperando algo que nunca está aquí. En un mundo como el nuestro hay una parte de ti en ansiedad perpetua. Tienes tan en mente el futuro y el pasado que te dejas a ti mismo siempre colgado en presente. Algo en ti está buscando el minuto siguiente e ignorando el que tiene entre las manos. Así día tras día, año tras año.

¿Resuena en ti hacer YA un gran cambio?

Entonces detente.

Imagina que estás ya en tu lugar de poder, en tu “tierra Santa”, que no necesitas seguir luchando por conseguir más nada.

Quizás prefieras tumbar tu cuerpo dolorido para sentir el abrazo de la tierra, sentarte cómodamente a meditar o meterte dentro de una cueva calentita y oscura bajo tus mantas.

Sea donde sea, siente que estás en un refugio de paz y ternura infinitas donde puedes al fin descansar y renovar fuerzas. Donde respirar a tu manera, donde ser plenamente tú mismo.

Donde hacerte el Amor.

Desde este remanso de paz puedes volver a conectar contigo y lo que de veras te importa.

Dándote todo el tiempo. No te vaya a entrar otra vez la prisa…

Después de todo este tiempo invertido en mil y una batallas, quizás no sea pedir tanto el dedicarte a escuchar lo que tú de verdad necesitas para ser feliz. Lo que tú tienes que decirte.

Y entonces, cuando al fin puedas mirarte de frente a los ojos del alma, pregúntate:

¿Qué haría con mi vida si tuviera la libertad de cambiarla?

¿Qué me diría mi corazón si mi miedo no me impidiera escucharlo?

¿Cual sería la música que querría tocar mi alma a su paso por esta vida?

En realidad son una misma pregunta.

Luego vendría otra:

¿Qué cambios necesito hacer para estar bien?

¿Qué ingredientes nuevos necesito incorporar en mi vida?

Para vivir el cambio que te aguarda, necesitas dejar atrás viejos hábitos que no pueden coexistir con tu nueva realidad y poder dar la bienvenida a lo nuevo que te llama y que lo hace desde muy adentro, si te abres a escucharlo.

Pero no te agobies. El cambio es más sencillo que lo que tu mente racional te dice.

Te pueden servir de referencia esos grandes maestros que son los niños si quieres volverte un poco más sabio en el arte de amarte y ser feliz.

Ellos repiten y repiten algo hasta que todas sus células lo incorporen como aprendido, como incorporado. Imítalos.

Sé como un animal sencillo, poniendo toda su energía y su amor en cada acto.

Disfruta. Sin mirar adelante. Deleitándote en cada instante.

Agradece. Sintiendo como todo, TODO, puede ser un regalo, si sabes apreciarlo.

Y comparte. Caminar juntos forma parte de los entresijos de esta Vida misteriosa. Nunca estás solo, si sabes abrirte y abrir tu burbuja a los que están a tu lado.

¿Quieres retomar esa conexión, ese encuentro, contigo mismo?

Tan sólo necesitas dejar que aflore un silencio, una escucha profunda a ti mismo.

Y cuando escuches las palabras o las imágenes de tu alma, puedes contestarle con una simple y amorosa sonrisa.

Feliz cambio dentro de ti

Cristina Romero