Publicado: 16 de Marzo de 2020

Todo comenzó a mitad del siglo XIV, cuando el fantasma de la peste negra sobrevolaba Europa. El mal afectó a los genoveses, que comenzaron a diseminarlo en los puertos donde atracaban. Venecia, que en aquel momento era un epicentro comercial importante, se vio afectada por la enfermedad, por lo que comenzó a dejar a los barcos que procedieran de puertos infectados anclados durante 40 días (quaranta giorni). Así surgió la palabra cuarentena, aunque del aislamiento preventivo ya había hablado mucho antes Hipócrates.

Mucho tiempo ha pasado desde entonces, pero la sombra del COVID-19 ha vuelto a activar a gran escala ese protocolo. Ciudades enteras en China han sido puestas en cuarentena masiva, regiones italianas están aisladas y miles de personas en todo el mundo se encuentran autoaisladas en sus hogares. 

La separación y restricción del movimiento de quienes pueden haber estado expuestos a una enfermedad contagiosa para determinar si se sienten mal y reducir el riesgo de que infecten a otros ha demostrado ser una medida de contención eficaz para evitar la propagación de enfermedades infecciosas. Sin embargo, también puede tener un impacto psicológico duradero en algunas personas.

La factura emocional de la cuarentena

La cuarentena puede ser una experiencia desafiante psicológicamente. A la separación de las personas que queremos, la imposibilidad de movernos libremente y el cambio radical de nuestros hábitos se le suma el aburrimiento y la incertidumbre sobre el curso de la enfermedad. Ese cóctel psicológico puede pasarnos factura.

Investigadores del King’s College de Londres analizaron los resultados de 24 estudios realizados en 10 países en los que se han aplicado medidas de cuarentena para controlar brotes de enfermedades como el Síndrome Respiratorio Agudo Severo (SARS), ébola, influenza H1N1, Síndrome Respiratorio del Medio Oriente (MERS) y la gripe equina.

Los resultados, publicados en The Lancet, indican que los problemas más comunes asociados a la cuarentena son el estrés postraumático y la depresión, los cuales se pueden arrastrar incluso tres años después de la experiencia. Otro estudio realizado en la Universidad de Columbia señaló que algunas personas recurren a estrategias desadaptativas como el abuso de sustancias para lidiar con estos problemas. 

El estado emocional también se resiente. La tristeza, la irritabilidad, el miedo, la ira y la culpa son las emociones más comunes. No obstante, la cuarentena no afecta a todos por igual. Las personas con antecedentes de trastornos psiquiátricos y los trabajadores sanitarios sufren un impacto psicológico mucho mayor.

Samantha Brooks, autora principal del estudio, explicó: “Entrar en cuarentena es una experiencia solitaria y a menudo temible. Nuestro estudio encontró que tiene efectos psicológicos negativos. El hecho de que estos efectos perduren meses o incluso años es especialmente preocupante e indica que se deben implementar medidas durante el proceso de planificación de cuarentena para minimizar ese impacto psicológico”.

¿Qué es lo que más nos estresa en la cuarentena?

Todos no vivimos la cuarentena de la misma forma, y todas las cuarentenas no son iguales. Existen determinados factores que pueden agravar los efectos psicológicos de ese aislamiento:

  • Periodos de aislamiento demasiado largos. Las cuarentenas de más de 10 días suelen provocar estados emocionales más negativos y sus repercusiones psicológicas son mayores, según apuntó un estudio realizado en la Universidad de Ontario. Una extensión de la cuarentena, por pequeña que sea, puede exacerbar enormemente la frustración y la consternación.
  • Información insuficiente. Uno de los factores más estresantes para las personas en cuarentena es la escasa información sobre el propósito del aislamiento o no tener pautas claras a seguir. Estar aislados genera una situación de indefensión muy difícil de gestionar. Si no tenemos información fidedigna los pensamientos catastrofistas se disparan y caemos en un peligroso bucle de negatividad.
  • Frustración y aburrimiento. El confinamiento, la pérdida de la rutina habitual y la reducción del contacto social son algunos de los factores más angustiantes para las personas en cuarentena, los cuales terminan generando frustración e irritabilidad.
  • Falta de suministros básicos, como alimentos y ropa. Durante un periodo de confinamiento las personas no pueden proveerse las cosas básicas que necesitan, de manera que carecer de las mismas o no tener un suministro regular agudiza aún más la sensación de falta de control.

Otro estudio publicado en la revista Comprehensive Psychiatry reveló que haber estado expuesto a situaciones traumáticas antes de la cuarentena, así como percibir un elevado nivel de riesgo a enfermar aumentan las probabilidades de sufrir un impacto emocional más fuerte y que este perdure más en el tiempo.

Una vez que termina la cuarentena, las pérdidas económicas debido a la incapacidad para trabajar, así como el estigma social que se puede haber generado en torno a la enfermedad, también influyen en nuestra salud mental.

¿Cómo mitigar el impacto psicológico de la cuarentena?

Durante los brotes de enfermedades infecciosas importantes, la cuarentena puede ser una medida preventiva necesaria, pero también es importante ser conscientes de sus efectos psicológicos para intentar aliviarlos – en la medida de lo posible – sobre todo si somos personas más vulnerables.

Existen muchos factores que escapan de nuestro control, como el tiempo que durará la cuarentena y la información que recibimos. Sin embargo, existen otros factores sobre los que podemos influir para mitigar los efectos psicológicos de esa reclusión. 

Como apuntara Viktor Frankl: “cuando todas las metas han sido arrancadas de cuajo, lo único que resta es la última de las libertades humanas: la capacidad de elegir la actitud personal ante un conjunto de circunstancias”.

–      Prepararse psicológicamente para lo que vendrá

Hace siglos, Séneca, el filósofo romano, nos alertaba de que “lo inesperado tiene efectos más aplastantes, sumándose el peso del desastre”. Por eso los estoicos animaban a prepararse para lo peor de la mejor manera. Eso significa que debemos ser conscientes de que tarde o temprano el aburrimiento, la irritabilidad, las preocupaciones y la angustia llamarán a nuestra puerta. En ese caso, las técnicas de manejo del estrés como la meditación mindfulness serán nuestros mejores aliados.

–      Detener los pensamientos catastrofistas centrándonos en nuestra fortaleza

Tener tanto tiempo libre es terreno fértil para que se desaten los pensamientos catastrofistas. El miedo a la enfermedad y sus consecuencias puede convertirse en una espada de doble filo que nos hace asumir una actitud hipervigilante, la cual hará que exageremos los síntomas e imaginemos el peor final posible. Intentar detener esos pensamientos de manera consciente suele generar un efecto rebote. Refugiarnos en los recuerdos felices o en los planes futuros es una buena manera de conjurarlos. Y recordar la sabiduría de Séneca: “hay más cosas que pueden asustarnos que aplastarnos; sufrimos más a menudo en la imaginación que en la realidad”.

–      Encontrarle un sentido altruista

Sentir que otras personas se beneficiarán de nuestra situación puede hacer que la cuarentena sea más fácil de soportar. De hecho, el impacto psicológico de una cuarentena elegida será mucho menor que el de un aislamiento obligatorio. Se trata, por tanto, de dar un sentido a lo que nos sucede y comprender que ese aislamiento está ayudando a mantener a otros seguros, incluidas las personas que amamos, pero también aquellos particularmente vulnerables. Se trata de ser conscientes y responsables. Como dijera Viktor Frankl «una situación externa excepcionalmente difícil da al hombre la oportunidad de crecer espiritualmente más allá de sí mismo«.

–      Sentirnos conectados

Sentirnos conectados también es fundamental para hacer frente a la cuarentena. Activar nuestra red social a través de llamadas telefónicas o las redes sociales nos permite mantener el contacto y no sentirnos tan solos. Un estudio realizado en la Universidad Cristiana Chung Yuan reveló que participar en grupos de apoyo tras la cuarentena facilita la conexión y el intercambio de experiencias similares que permiten la validación y el empoderamiento.

No cabe duda de que una cuarentena no solo trastorna nuestra rutina, sino que nos arrebata la sensación de control y genera confusión e indefensión. En ese estado somos particularmente vulnerables emocionalmente. Pero podemos elegir la actitud con la que la enfrentaremos. Y eso cuenta mucho.

Jennifer Delgado Suárez 

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