Publicado: 9 de Septiembre de 2019

Que el mal y la desgracia resultan fascinantes no es un secreto para nadie, o al menos no debería serlo para las mentes más agudas. Aunque todos los días pasan pequeñas y grandes cosas maravillosas en el mundo, los titulares de los diarios y noticieros están colmados de desgracias. No es que el mundo se esté acabando o que de repente la maldad se haya apoderado de todos, es un simple sesgo cognitivo provocado por un mecanismo evolutivo que nos hace centrarnos en el peligro, más que en las cosas positivas, de manera que podamos urdir estrategias que nos permitan evitar esos riesgos.

Ni siquiera los psicólogos han podido escapar a la fascinación que ejerce lo oscuro. En 2002, los psicólogos Delroy Paulhus y Kevin Williams profundizaron en la mente de lo que popularmente calificaríamos como «malas personas» y descubrieron la “tríada oscura de la personalidad”, tres rasgos que subliman la esencia del mal. Desde entonces, el núcleo oscuro de la personalidad – compuesto por el narcisismo, maquiavelismo y la psicopatía – ha recibido mucha atención. 

Caminando en la oscuridad, nadie se había vuelto a la luz para preguntarse qué caracteriza a las «buenas personas». No se trata de aquellas que hacen donaciones solo para obtener reconocimiento o que brindan su ayuda para después cobrarse el favor sino de esas personas que brillan con luz propia, que comparten lo poco que tienen, que mejoran nuestro día y que transmiten una agradable energía positiva cuando estamos a su lado. 

La tríada luminosa

Un grupo de psicólogos de las universidades de Pensilvania y Háwai se preguntaron si podía existir una tríada luminosa que diferenciase a las «buenas personas». Ni cortos ni perezosos, sometieron a 1 518 personas a diferentes tests de personalidad, además de evaluar otros aspectos como la satisfacción con la vida y los resultados alcanzados. 

Descubrieron que existen tres rasgos que sobresalen y caracterizan a las buenas personas:

  1. Humanismo. Implica comprender que cada persona es valiosa por sí misma, que tiene algo que aportar en su unicidad, y tratarla con la dignidad que merece, sin menospreciarla. 
  2. Kantismo. Implica relacionarse con las personas de manera auténtica, por el placer que se obtiene de la propia relación, no usarlas como medios para alcanzar un objetivo personal. 
  3. Fe en la humanidad. Implica creer en la bondad humana, creer que todos – incluidos nosotros mismos – tienen algo bueno y, sobre todo, que tenemos el poder de cambiar y crecer.

Lo positivo – y lo negativo – de ser una buena persona

La tríada luminosa fue más común en las mujeres, personas con un elevado nivel de espiritualidad y que habían tenido una infancia feliz. Los psicólogos descubrieron que estas personas también eran más conscientes, autónomas y competentes. Otros rasgos que acompañan a la tríada luminosa son: la compasión, la empatía, la amabilidad y la apertura a las nuevas experiencias.

Las buenas personas mostraron una mayor satisfacción con su vida, tenían un ego más calmado – lo cual significa que no necesitaban buscar continuamente la aprobación externa – habían desarrollado un apego seguro y experimentaban más gratitud hacia la vida.

Sin embargo, todo no es color de rosa. Las buenas personas también suelen experimentar más culpa, pueden pensar que no merecen esa felicidad o los éxitos alcanzados. También suelen padecer lo que los investigadores calificaron como “responsabilidad omnipotente”, que implica preocuparse mucho por las personas que quieren, aunque aparentemente estén bien.

La tríada ligera también se relacionó con una mayor “bondad amorosa”, que en algunos casos puede hacer que esas personas sean más vulnerables a la manipulación y la explotación por parte de los demás ya que tienden a excusar sus comportamientos.

Las luces y las sombras coexisten en cada uno de nosotros

Estos psicólogos constataron que todos tenemos un lado oscuro y otro luminoso, aunque afirman que la persona promedio está ligeramente más inclinada hacia la tríada luminosa en sus pensamientos, comportamientos y emociones cotidianas.

Si queremos avanzar en el camino del crecimiento personal, debemos ser conscientes de nuestras luces y sombras abandonando las etiquetas de buenos y malos para comprendernos como seres únicos. De hecho, puedes realizar el test de la tríada luminosa y comprobar también cómo puntúas en la tríada oscura.

Jennifer Delgado Suárez 

Enlace: 

Imagen: Adobe Spark Post