Publicado: 20 de Marzo de 2022

Muchas de las personas que acuden a mi consulta, además de sus problemas emocionales, presentan unos elevadísimos niveles de estrés y ansiedad causados por el ritmo frenético de vida que llevan. Estar todo el día haciendo cosas con prisa y sin parar acaba pasando factura a la salud mental. Realizar algunos pequeños cambios en las rutinas diarias puede ayudarnos a bajar ese ritmo para librarnos de la ansiedad


¿Por qué vivimos la vida con estrés?


En los últimos años, tengo la impresión de que el ser humano está perdiendo la capacidad de ser paciente. Y tras ellos pueden haber varios motivos:


La cultura de la inmediatez. Nuestra sociedad tecnológica nos está arrinconando en un lugar en el que toda acción tiene que ser inmediata, rápida, eficiente y productiva.

La cultura de la productividad. Nuestros espacios de oxigenación mental, tan necesarios, como pasear libremente, dedicar tiempo a la reflexión, aburrirse o, incluso, dormir, han sido todos invadidos por la productividad.

La cultura del ocio. Hasta en nuestros momentos de ocio, no podemos vivirlos con calma, nos obligamos a ir a muchos restaurantes, visitar muchos museos y comprar muchos productos, sin parar.

La cultura de la exposición pública. Además, tenemos que mostrarlo en las redes, lo que causa aún más estrés y ansiedad, al habernos convertido nosotros mismos en productos. No es fácil pasar nuestra vida bajo el escrutinio de los demás.

Cómo influye el ritmo de vida en la ansiedad


Recuerdo a Elisa, una joven de unos 30 años que acudió a terapia por una grave ansiedad. Elisa me contó que, cuando salía de vacaciones con sus amigas, volvía mucho más cansada que al iniciarlas. “Ramón, es un espanto, las vacaciones me estresan tanto que hay momentos que siento taquicardia si no cumplo con lo que hemos planificado”, me comentó en una de las sesiones.


El ritmo de vida de los seres humanos, que siempre había estado marcado por las estaciones y la luz solar, ha pasado a depender de la productividad. Nuestra sociedad ha desarrollado miedo a perder el tiempo. Casi todos nos sobre exigimos y nos sobre explotamos, incluidos los niños, cuyo ritmo de vida jamás en la historia había sido tan frenético.


Como tenemos que ser productivos las 24 horas del día, ya no podemos disfrutar de la tranquilidad, sin más. Nuestro tiempo de relajación, como le ocurría a Elisa, también ha de ser productivo. No se nos permite perder el tiempo.


Todo ello afecta a nuestra paz mental y emocional. Para recuperarla, tenemos que volver a conquistar nuestro ritmo personal. Un ritmo que nos permita tomarnos, a diario, momentos de silencio, de relajación, momentos de tranquilidad que oxigenan, no solo a nuestro cuerpo, también a nuestra mente y a nuestras emociones.


5 formas de bajar el ritmo y alejar la ansiedad


Para ayudarte en esta reconexión con tu ritmo personal real, te dejo aquí cinco acciones que puedes emprender para lograrlo. Por supuesto, tómatelas como unas ideas para ir implementando en tu día a día, desde la calma, sin prisa, sin ansiedad.


1. Ajustar el ritmo según las circunstancias


Cada acción tiene su propio ritmo, busca y recupera el más adecuado para ti en cada momento de tu vida. No te aceleres por las prisas. No todo tiene que ser rápido.


El mejor ejemplo en este sentido me pasó con Pablo, un paciente de unos cincuenta años que había desarrollado, de tanto estrés, una úlcera estomacal. En una de sus sesiones, me contó que se había marcado el reto de “gastar” en las comidas del día menos de media hora en total.


Poco a poco, fuimos trabajando para que recuperara el gusto por la comida y comprender la razón por la que una acción tan importante para nuestra salud, no puede convertirse en un momento de tensión. Pablo, poco a poco, fue adecuando su ritmo de comer a sus verdaderas necesidades y, llegó a tomarle tanto gusto a comer con calma, que aprendió a cocinar sus propios platos, cuando con anterioridad, solo consumía precocinados o platos de comida rápida.


2. Permitirnos descansar


Muchas personas no se permiten descansar ni siquiera cuando están de vacaciones o se encuentran enfermos. Este ritmo, a la larga, les produce graves problemas tanto emocionales como físicos. Escuchar al cuerpo y descansar lo que necesitemos, resulta fundamental para mantener una salud física y emocional equilibradas.


3. Recuperar la conexión con los demás


Recuperar la conexión empática y directa con las demás personas, nos ayuda a reconectar con nuestro ritmo vital real. Hablar con calma, sin hora marcada para irnos, pausadamente, tomarnos un café y disfrutar de unas buenas risas y un trozo de tarta de chocolate.


De esta forma, volvemos a marcar nuestro propio ritmo y a poner en marcha las emociones que nos convierten en humanos no condicionados por la productividad y el estrés.


4. Reaprender el “no hacer nada”


No siempre tienes que estar haciendo cosas, no tienes que ser productiva en todo momento, puedes descansar, tumbarte en el sofá, escuchar música tranquila, pasear sin rumbo, sin necesidad de realizar una compra o hacer algo en concreto.


No hacer nada es necesario, no hacer nada es sinónimo de salud.


5. Priorizar lo que de verdad es importante


No pasa nada, se puede dejar de hacer cosas. Lo que no es imprescindible que hagas hoy, puedes hacerlo en otro momento. Prioriza lo que es verdaderamente imprescindible y aprende a relativizar. No utilices tu tiempo de descanso para seguir trabajando sin parar.


¿De verdad es necesario contestar ese correo electrónico a las 23h? Mañana no te apetece ir a ese evento que solo es un compromiso: no vayas, descansa. ¿Te gustaría dormir una hora más? Vete a la cama, no dejes que nada te robe tu tiempo de sueño.


Ramón Soler

Enlace: https://www.cuerpomente.com/blogs/ramon-soler/herramientas-psicologicas-bajar-ritmo-calma-reducir-ansiedad_9710

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