Publicado: 20 de Febrero de 2022

Mejorar la vida sexual repercute positivamente en el bienestar. Existen muchos factores que afectan a la vivencia de la sexualidad y que pueden modificarla de un momento de la vida a otro.


La salud física y psicológica, creencias, circunstancias personales o el estado de la relación de pareja son algunos de ellos. En cualquier caso podremos disfrutar plenamente la sexualidad cuando logremos sentirnos bien con nosotros mismos y nos abramos al placer y a la comunicación con otra persona.


Para potenciar la sexualidad es básico disponer de un buen contacto con el cuerpo, tanto con los sentidos como con las emociones. Como decía Fritz Perls, creador de la terapia Gestalt, "hay que dejar la mente a un lado y conectarse con los sentidos".


Conviene abrirse a la información que nos llega, sobre todo de la mirada, el tacto y el oído. Debemos relajamos, permitimos cultivar la sensualidad y empezar a disfrutar así a través del cuerpo. De esta manera se puede ser más consciente de lo que nos gusta y lo que no.


1. Soltar las emociones


También es esencial estar atentos a las emociones que podamos vivir, y aceptar que a veces estamos alegres y a veces tristes, enfadados o con temor.


Cuando no aceptamos ciertas emociones y las reprimimos estamos eliminando una información importante sobre quiénes somos y qué necesitamos. Las emociones conflictivas que se reprimen pueden anclarse en el cuerpo y provocar tensiones y patrones de respuesta perturbados.


Sin lugar a dudas, a más conocimiento y aceptación de uno mismo, más sana y satisfactoria será la vida sexual.


Una de las principales dificultades para disfrutar de la sexualidad radica en las creencias erróneas que se tienen acerca de ella. Aunque la situación haya cambiado mucho en las últimas décadas, aún existen muchos mensajes negativos en relación con el sexo. Como, por ejemplo, que la sexualidad es algo animal o sucio que hay que domesticar y esconder. Se contrapone la sexualidad a los valores culturales o a la mente.


Conviene superar este dualismo que nos disocia y vivir al máximo el placer que pueda deparar la sexualidad. Estamos aquí para ser felices y la sexualidad es una magnífica vía de acceso a esta felicidad.


Muchas personas sienten pánico a dejarse ir, lo que puede interferir gravemente en el buen funcionamiento de su sexualidad. Les falta la seguridad personal suficiente como para vivir con espontaneidad la actividad sexual.


La necesidad de controlar aquello que sienten limita su respuesta a los estímulos sexuales. Este problema está relacionado con un miedo a sentir placer y otras sensaciones y emociones que se han reprimido porque resultan dolorosas o inaceptables.


2. No obligarse a nada


Existen casos de personas que dudan sobre si lo hacen bien en la cama y se preguntan si el otro se quedará suficientemente satisfecho. Están tan pendientes de complacer al compañero que se olvidan de su propio placer.


En estos casos es recomendable ser menos altruistas. Cada individuo debe ser responsable de su propio placer. Se trata de saber qué necesitamos y tomarlo.


En el otro extremo están quienes solo miran por sí mismos, ignorando por completo lo que siente el otro. Una persona de ese tipo puede llegar a imponer prácticas sexuales con las que el otro miembro de la pareja no se siente a gusto.


Estas actitudes también tienen consecuencias negativas en la pareja, que llega a resentirse e inhibirse. El impulso sexual está dirigido a ganar cercanía con otra persona.


En el inicio de una relación de pareja el sexo es generalmente más frecuente e intenso que cuando esta relación se estabiliza. No hay que preocuparse si una parte de la energía de la pasión pasa a utilizarse para las tareas de la convivencia.


Actitudes rígidas, como las de las personas que se imponen seguir una determinada actividad o frecuencia sexual, resultan contraproducentes, puesto que el sexo no puede responder a una obligación sino al deseo. Aunque tampoco hay que permitir que la vida sexual se hunda en la rutina o la dejadez.


3. Estimular el deseo


La pérdida de deseo sexual es mucho más común de lo que se cree. Cuando la pérdida de interés produce malestar en la persona o en la relación nos encontramos ante un problema.


Este puede manifestarse de diversas formas, desde quien siente una ausencia de ganas por el sexo pero es capaz de responder a los estímulos de la pareja, hasta quien carece de interés en iniciar la actividad sexual y además rechaza las aproximaciones sexuales del otro.


Las reacciones de la pareja de quien sufre falta de deseo son muy variadas. Algunas parejas interpretan el problema como un cuestionamiento de su capacidad sexual y amatoria, entendiéndolo como un rechazo personal.


En otros casos, en especial si es la mujer la que experimenta la inhibición del deseo, el hombre puede llegar a considerarlo normal. Con frecuencia, información equivocada lleva a pensar que la mujer no es capaz de disfrutar con el sexo o que su función es proporcionar placer al hombre. En ninguno de estos casos vemos una actitud favorable a encontrar una solución.


Ante la inhibición de la respuesta sexual podría considerarse la posibilidad de una disminución de la vitalidad a causa de alguna enfermedad o medicamento. Pero es más común que esa inhibición se deba al estrés y al cansancio, que también afectan directamente a la libido.


Para garantizar el disfrute del erotismo es esencial cuidar la salud física y psicológica a través de la alimentación, el ejercicio físico y el descanso adecuado. Prácticas como el yoga, el taichí o la meditación favorecen la relajación y la calma mental necesarias para poder vivir una sexualidad distendida.


4. Trabajar con las energías sexuales


La energía sexual forma parte de la energía vital descrita por Wilhelm Reich y conocida hace siglos en Oriente con el nombre de chi (China) o prana (India).


Esta energía circula por todo el cuerpo y puede provocar enfermedades si se estanca o se acelera. Potenciar el buen funcionamiento de esta energía incide positivamente en la sexualidad.


Las terapias alternativas basadas en este principio, como la acupuntura, el masaje ayurvédico, el tuina (masaje chino) o el shiatsu también pueden ser de gran ayuda.


Conflictos psicológicos como una baja autoestima, sentimientos de depresión o inseguridad son nocivos para la sexualidad. Desde la bioenergética se ha observado que las personas neuróticas tenían reducido el "reflejo de orgasmo", consistente en el movimiento involuntario, incontrolable y repetido de la cadera en el momento del clímax sexual.


Por esta razón, cuando persisten los problemas suele estar indicada una intervención psicoterapéutica. La psicoterapia puede ayudar a descubrir y sanar las experiencias traumáticas que están provocando la disfunción.


Wilhelm Reich describió cómo las emociones traumáticas se fijan en los músculos y se va configurando así la llamada coraza corporal. El cuerpo se vuelve rígido para evitar movimientos y sentimientos difíciles.


Con el tiempo se moldea una determinada estructura física que corresponde a una determinada estructura de carácter. Si la estructura corporal es muy poco flexible, no es extraño que se tengan problemas sexuales.


Por esta razón para los problemas sexuales también está indicada una terapia psico corporal, puesto que ayuda a ablandar la coraza corporal y a desbloquear emociones traumáticas que se han escondido en los músculos.


5. Buscar apoyo en un terapeuta o un sexólogo


Muy a menudo la causa de los problemas sexuales se encuentra en conflictos no resueltos de la pareja. Ciertas situaciones pueden haber generado sentimientos de rencor, desconfianza o distanciamiento, que se manifiestan en la esfera sexual.


En estos casos es imprescindible revisar la historia de la pareja, identificar la dificultad afectiva y tratar de solucionarla. Para ello hay que hablar sobre los propios sentimientos y expresar aquello que cada uno necesita. Si la pareja no logra una comunicación eficaz es aconsejable acudir a un terapeuta de pareja que pueda ayudar a clarificar y solucionar la dificultad.


La relación sexual con otro tiene la capacidad de proporcionar un fuertesentimiento de intimidad emocional, que al desarrollarse lleva a la confianza y al amor. Nos permite abrir el corazón y nos hace vulnerables; por esa razón también surgen los miedos. Al abrirse más a la intimidad a través del sexo veremos cómo el vínculo se fortalece y la relación se enriquece.


Es muy importante ir disfrutando de los sentimientos satisfactorios que proporciona la cercanía a la vez que se tienen en cuenta y se comparten las inseguridades y los miedos.


6. Abrirse a lo emocional


Algunas personas buscan o tienen acceso a una dimensión espiritual de la sexualidad.


La sexualidad encarna la posibilidad de trascendencia en dos sentidos: la reproducción de la especie (trascendemos la vida actual a través de la vida de nuestros hijos) y la posibilidad de trascender el propio cuerpo uniéndose con otro ser para alcanzar la unidad, el placer y la paz.


Se puede desarrollar el sentido espiritual cuando dejamos que las sensaciones nos lleven más allá de nuestros límites. El orgasmo puede acercarnos a la muerte (la petite mort se le llama en francés), puesto que nos lleva más allá del ego. Se disuelve la identidad y se funden los cuerpos y las almas.


Los seres humanos, al ser conscientes de sus limitaciones, anhelan conocerse más a sí mismos, crecer y autocompletarse. En definitiva, anhelan amar, que es la más alta potencialidad humana.


La sexualidad es un camino que puede conducirnos a este amor. Para andar en esta senda hay que cultivar la apertura hacia lo sensual y emocional, así como la disposición a encarar los conflictos personales e interpersonales que vayan apareciendo.


Aunque pueda tener tramos difíciles, profundizar y disfrutar la sexualidad vale realmente la pena.


Susanna Tres

Enlace: https://www.cuerpomente.com/psicologia/6-consejos-disfrutar-sexo-profundidad_9531

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