Publicado: 25 de Octubre de 2021

¿Qué sería del cuento de los tres cerditos sin un lobo feroz? De hecho cualquier relato resultaría insulso sin un malo que genere cierta tensión y suspense.


Sin ánimo de menospreciar el dolor que producen los conflictos –sobre todo cuando se trata de conflictos armados que hieren a poblaciones enteras durante generaciones–, situémonos por un instante en ese lugar donde los buenos contrastan con los malos, donde las personas se sienten justas porque otras parecen no serlo, un escenario donde los comprensivos no tienen sentido sin los desaprensivos...


Todo ello con una simple intención: explicar que si la vida estuviese exenta de conflictos probablemente sería imposible el progreso y no se ofrecería a la humanidad la oportunidad de desarrollar nuevos recursos para superarse.


Dice un proverbio chino: "Ten a tu amigo cerca y a tu enemigo más cerca aún, porque puede convertirse en el mejor maestro para iluminar partes de uno mismo que se desconocían."


Si se es capaz de aparcar por un momento la intensa necesidad de juzgar y de etiquetar que surge ante un conflicto, así como las emociones desbordantes que lo acompañan, se puede entender que todo conflicto implica una intensa aproximación hacia el otro y hacia aquello que a priori vemos como diferente porque obliga a prestarle atención y a afrontarlo.


Tanto los conflictos entre personas como los conflictos interiores y los conflictos entre grupos y civilizaciones plantean a quienes los experimentan el reto de aprender.


Pero, ¿qué pasos pueden ayudar a comprender la lección? ¿Qué actitudes y conductas nos aproximan a una solución? En este artículo mostramos las seis etapas clave.


1. Aceptar lo que sucede sin juzgarlo


Ante un conflicto, la persona se repite una y otra vez: esto no debería haber ocurrido. Y se encierra en sí misma porque se rebela contra lo sucedido.


Pero para poder empezar a plantearse una posible vía de solución lo primero es aceptar el suceso sin cuestionarlo. Puede ser útil preguntarse: "¿qué puedo aprender de esto?".


Dar ese paso requiere la gran voluntad de salir de una prisión, cuyos barrotes son los propios pensamientos, los juicios de valor y las etiquetas que los protagonistas del conflicto le han atribuido.


Aceptar lo ocurrido sin juzgar permite ampliar la visión de las cosas y considerar el conflicto sin los cristales que tiñen de deberías, de bueno o malo, correcto o incorrecto lo que ha pasado.


Estos filtros ciegan a la persona, pues la llevan a reaccionar únicamente en función de su valoración subjetiva de los hechos.


"Cuesta vencer la inercia y no enzarzarse a juzgar lo sucedido, pero para abordar adecuadamente un conflicto es necesario analizarlo desde otro lugar que tenga en cuenta que el mapa no sustituye al territorio. Todos debemos ser conscientes de que nuestra forma de ver la realidad no es la realidad en sí y de que cada persona observa el paisaje según sus experiencias y sus creencias", asegura Sol Martínez, formadora de PNL y terapeuta gestalt.


Los conflictos se generan porque dos formas de sentir y de pensar entran en confrontación.


La ofuscación que se deriva de eso puede disiparse si se acepta que la parte contraria se rige por un mapa distinto, el cual determina sus actos.


2. Saber ponerse en el lugar del otro


Después de dar este primer paso, tal vez resulte más fácil ponerse –aunque sea por un momento– en el lugar en que está la otra parte e intentar comprender las creencias que la llevan a actuar como lo hace.


Es un esfuerzo enriquecedor, porque permite ver más allá y percibir con más claridad lo sucedido.


En todo conflicto existen como mínimo tres posiciones: la propia, la contraria y la de quien lo observa desde fuera.


Un amigo no implicado en la confrontación o un mediador puede realizar un gran trabajo para que las partes implicadas puedan considerar el conflicto desde un lugar más objetivo.


Las dos partes en conflicto casi siempre buscan lo mismo: cubrir necesidades básicas para los seres humanos, como son la seguridad, el reconocimiento, la valoración o el afecto.


Se trata de unas necesidades que no suelen hacerse explícitas durante el conflicto; por ello, esforzarse por descubrirlas entre los insultos y desplantes ayudará a encontrar una solución próspera para ambas partes.


"Todo conflicto suele iniciarse con una intención positiva. Para descubrirla, la pregunta es: ‘¿qué busca el otro con este conflicto?’ Cuando se analiza una confrontación casi siempre se observa que cada una de las partes persigue objetivos similares. Y la solución deberá buscarse también desde ese nivel", asegura Robert Long, coordinador del taller "Resolución de conflictos" en el Institut Gestalt de Barcelona.


3. Distinguir entre conducta e identidad


Puede ser útil considerar solo lo que se puede percibir con los sentidos, sin interpretarlo. Incluso se pueden anotar las conductas concretas de cada persona implicada.


Este ejercicio permite saber si se reacciona a lo que sucede o bien al prejuicio que se tiene de alguien.


Conviene hacer esta distinción, porque muchos conflictos surgen como reacción a la etiqueta que se le ha colgado a una persona más que a lo que ha hecho.


"La mente califica, altera y engrandece lo ocurrido. Cuando solo se analiza la conducta hay más opciones de respuesta porque se está más cerca de la realidad", recuerda Sol Martínez.


4. Buscar el silencio


El silencio es otro buen recurso para enjaular los juicios y detener las reacciones en cadena.


A veces basta contar hasta diez antes de lanzarse ciegamente a hablar o a actuar; en otras ocasiones se necesita más tiempo, y conviene buscarlo aunque la provocación continúe.


Como ocurre con la meditación, que consigue que la persona deje de identificarse con sus pensamientos y pueda verlos a distancia, el silencio permite examinar lo que ha pasado, aceptar que se ha mordido el anzuelo y detenerse a valorar qué se desea a partir de ese momento.


"Eso permite dar una respuesta más acorde con los hechos y no tanto desde la reacción visceral. También concede más libertad para elegir la respuesta óptima. Todo conflicto entre personas implica en buena medida un conflicto en el interior de cada una de ellas. A menudo, el otro hace de espejo de facetas nuestras de las que no somos conscientes o que rechazamos. Mediante este silencio o tregua podrá surgir también la decisión de no alimentar el conflicto y situarse en otro lugar", añade Long.


5. ¿Estoy dispuesto a resolver ese conflicto?


Lao Tsé escribió: "Quien sabe cómo conservar la vida no se preocupa de tigres ni rinocerontes cuando anda por las montañas. Tampoco lleva armas ni escudo cuando se adentra en territorio enemigo. Así, el rinoceronte no halla dónde cornearle. Ni el tigre dónde hendir sus garras. Ni las armas dónde aplicar su filo. ¿Por qué? Porque no hay lugar en él por donde pueda penetrar la muerte".


Todo conflicto implica una aproximación hacia el otro y hacia aquello que vemos como diferente, porque obliga a prestarle atención y a afrontarlo.


No se trata de convertirse en un avestruz que hunde la cabeza en el suelo cuando aparece un peligro, sino más bien de encontrar la forma de renunciar a las demandas que han desencadenado el enfrentamiento para desapegarse de él, así como de las emociones que ha generado.


A veces es fácil atascarse en la queja de lo que se esperaba y no se ha recibido; en otras ocasiones se actúa como un justiciero que busca compensar lo ocurrido en el pasado y vengarse.


Pero es preferible desapegarse del niño que patalea para comportarse como un adulto.


Comprender a qué jugamos y si queremos seguir jugando es crucial para avanzar hacia una solución.


Algunas metáforas, cuentos o imágenes permiten observar el conflicto de un modo más lúcido.


"En un conflicto, siempre se celebra la presencia de personas que llegan con el ánimo sereno, representan un alivio y pueden llegar a contagiar ese estado a los demás. Esa serenidad se alcanza cuando se ha soltado la necesidad", afirma Long.


6. Negociar para lograr el "yo gano, tú ganas"


Para hallar una respuesta en la que todas las partes salgan ganadoras, el análisis debe atender solo a las necesidades auténticas, más allá de los egos personales.


"En un conflicto el mediador se sienta en el fuego sin quemarse porque amplía su perspectiva. Más que enfocar los detalles, se guía por una visión de conjunto. Para una buena resolución, todas las partes –incluso los sectores más marginados–, deben ocupar un lugar. Porque no se puede olvidar que ‘aquello a lo que te resistes, persiste’ ", apunta Long.


"Cuando en un conflicto vences a base de hundir al otro, has ganado una batalla, pero puedes perder la guerra porque en un momento u otro el conflicto resurgirá", afirma Sol Martínez.


Lo ideal es lograr un acuerdo en el que todas las partes salgan ganadoras.


Eso resulta más fácil si se actúa desde el respeto a uno mismo y al otro, y se trabaja desde un lugar donde se han aparcado los juicios para dejar que la serenidad aflore.


La pregunta es: "¿Qué busco de bueno para mí?". La respuesta no solo facilitará la solución, sino que desvelará las causas del conflicto más allá de las discusiones dialécticas.


Si no se contesta a esta pregunta tampoco se puede saber si la resolución está cercana, porque para algunos todo puede resultar insuficiente.


Es evidente que ciertos conflictos perduran y parecen irresolubles. Eso suele ocurrir cuando ninguna de las partes revisa su postura, perdiendo la oportunidad de crecer como persona, empresa o nación.


Siempre habrá conflictos. Pero, como decía Gandhi, "la paz no es el objetivo, la paz es el camino".


Silvia Díez

Enlace: https://www.cuerpomente.com/psicologia/como-abordar-conflicto-mejorar-dialogo_8670

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