Publicado: 29 de Noviembre de 2021

No me andaré con falsas modestias: lo que es, es. Yo nací con el don de saber perder el tiempo. Desde muy niña me quedaba ensimismada mirando algo, o nada. Esto ponía un tanto nerviosa a mi madre, es cierto. Ella corría constantemente: las compras, la limpieza, nosotros… Yo parecía habitar en otra dimensión espacio-temporal.


A lo largo de mi vida he comprobado que esto sigue siendo un poco así. Veo a todo el mundo correr. Me dicen que no tienen tiempo y que tienen muchas cosas que hacer. Aún hoy, como entonces, me pregunto: ¿Qué hacéis? ¿Cómo lográis llenar tanto vuestro día a día? ¿Por qué después de llenarlo a tope os lamentáis de no tener tiempo para vivir?


Tengo que reconocer que conozco a algunas personas que habitan en el mismo espacio-tiempo que yo, aunque me parecen pocas. Siento mucho decirlo, pero creo que la buena pregunta no es: "¿Qué puedo hacer para que el tiempo dé más de sí?" sino más bien algo así como: "¿Qué hago para complicarme tanto la existencia?".


La pista para encontrar las respuestas me la dio un amigo hace años. Trabajaba en una editorial y me decía: "Lo primero que hago cuando llego por la mañana es tomarme diez minutos para no hacer nada y pensar". Fue la primera persona que me hizo comprender la importancia de ese no hacer nada, de ese darse tiempo. Pensé que yo iba por buen camino… Pero vayamos por partes.


¿Cómo consigo más tiempo para mí?


Es obvio que un día tiene 24 horas; una semana, siete días; y un año, 365 días si no es bisiesto. Es obvio que cada día se han de hacer una serie de cosas de las que no se puede prescindir: comer, ir al baño, ocuparse de los hijos (si se tienen).


De estas tres tareas básicas se derivan unas cuantas más:


Para comer se han de tener víveres, ir a comprarlos y cocinarlos o bien ir a lugares donde den de comer.

Para tener víveres que cocinar o simplemente calentar, hay que tener dinero, y para ello, o bien se es un rentista o hay que trabajar.

Para ir al baño hay que poder tener un baño, eso es de cajón. Aunque mucha gente en el planeta no lo tiene. Pero centrémonos en nuestro aquí más inmediato. Tener un baño significa tener un pisito y pagarlo.

Hay que conseguir dinero… O se hereda de un tío de América o se trabaja.

Cuidar a los niños significa alimentarlos, educarlos, llevarlos al cole, vestirlos, etc. Se necesita tiempo para ellos y dinero. Si no alcanza con lo del tío de América, ¡pues al curro!

En el Paleolítico nos íbamos a recolectar bayas, ahora nos vamos a la oficina y después al supermercado. En el fondo, no ha cambiado tanto. Pero lo que sí ha cambiado es que con menos tiempo tenemos cubiertas las necesidades primordiales de alimentación y guarida.


Tengo que darte una buena noticia: con el paso de los siglos, el ser humano ha tenido cada vez más tiempo libre disponible. Ya sé que esto más bien os pone en un aprieto. Porque, de ser cierto, y lo es, ¿qué estás haciendo con tu tiempo?


Gestión del tiempo: las obligaciones, el placer y los imprevistos


La pregunta que muchos se hacen es: ¿cómo hacer lo que tengo que hacer de forma eficaz para poder tener tiempo de hacer lo que deseo hacer?


Tenemos tres campos de acción. En primer lugar analizaremos las obligaciones de las que no se puede escapar. En segundo, lo que se desea hacer porque a uno le gusta. Y en tercer lugar, los imprevistos, según su orden de importancia.


1. Atender las obligaciones


Tenemos que trabajar en un oficio remunerado, mantener la casa en orden y la nevera con alimentos, atender a nuestros hijos y a nosotros mismos. Es esencial que en el ámbito del trabajo profesional y en el del trabajo en casa logremos una gestión del tiempo eficaz.


Debemos aprender a priorizar. Las tareas tienen grados de importancia y urgencia. Hay que saber qué hacer primero.

A partir de las prioridades personales, cada uno ha de trazarse un plan de acción y seguirlo de forma rigurosa.

Se trata de concentrarse en lo que se hace. Focalizar la atención en lo que se tiene delante hace la vida más fácil: con menos esfuerzo se acaba antes. Una cosa a la vez, hasta completarla.

Debemos saber también cuáles son nuestros límites. Hay cosas que tal vez no sepamos hacer y para las que necesitemos ayuda, y cosas que no quizás podamos hacer solos. Aprender a pedir ayuda resulta esencial. También delegar.

Las cosas bien hechas ahorran tiempo. Cuando hagas algo, hazlo lo mejor que puedas, comprometiéndote con la calidad de tu trabajo. Pero, eso sí, una vez hecho, olvídate. El perfeccionismo a ultranza tampoco es útil, todo es mejorable y podrías pasarte la vida retocando.

Procura disfrutar con lo que tienes que hacer… Como de todos modos tienes que hacerlo, al menos que te sea grato.

Ten una actitud positiva. Cualquier cosa es un campo de aprendizaje y puede proporcionarte satisfacciones si te lo propones. Trabaja sobre tu presencia en el instante presente. Lo harás mas rápido y tal vez lo veas incluso de otra forma.


2. Tiempo para hacer lo que nos gusta


¡Esto no es un valle de lágrimas! Saca del cajón las cosas que te gusta hacer. Muchas personas olvidan por el camino de sus vidas las cosas que les gusta hacer, porque creen que no tienen tiempo. Tal vez te guste tocar un instrumento. Entonces puedes practicar cada día 10 minutos. ¿No es mucho? ¡Menos es nada! 10 minutos x 30 días son 300 minutos, es decir, 5 horas al mes o 60 horas al año. Vaya, un intensivo de una semana. No está mal, ¿no?


Y además sin obligaciones, porque te gusta y disfrutas de esos diez minutos.


Date interiormente permiso para disfrutar de hacer las cosas que te gusta hacer. Este es un punto importante, porque a veces no te concedes a ti mismo el permiso para pasártelo bien cuando crees que tienes muchas cosas que hacer.


Puedo asegurarte que todo lo que tienes que hacer lo harás mejor si disfrutas un rato cada día haciendo algo que te guste. Suéltate la melena y disfruta de la vida, es decir, haz lo que te gusta por puro gusto, al menos un rato al día.


Tomate un tiempo para ti, sin obligaciones con nadie, solo para ti. Nos han inculcado que no debemos ser egoístas. Pero el sano egoísmo es aquel que nos permite estar en las mejores condiciones para compartir luego con los demás y darles todo nuestro cariño y apoyo. Estar solos de vez en cuando es necesario y cada persona debe conocer en qué medida lo necesita.


3. Solucionar los imprevistos (¡o no!)


El día a día suele estar jalonado por sucesos que no estaban en el programa. Hay personas que hacen de esos imprevistos sus mejores aliados para hacer lo que no tenían que hacer y descuidar lo que tenían que hacer. Es imprescindible discriminar los imprevistos.


Algunos se deben solucionar sin demora, pero otros no son urgentes, pueden esperar o quedarse sin atender. Por ejemplo, cuando alguien decide tomarse diez minutos para tocar la trompeta, si el teléfono suena, puede no responder y esperar a que quien llama deje algún mensaje que escuchar después. A no ser que se esté esperando una llamada, uno puede permitirse el lujo de dejar que el contestador haga su función.


Gestionar el teléfono es importante. Se pasan demasiadas horas hablando por él y a menudo para no decir gran cosa… Es más recomendable limitarse a hablar lo necesario y con quien se tiene ganas de hablar.


Cuando se tienen niños los imprevistos están siempre en el menú. Hay que preverlo y elaborar un horario holgado que permita hacer las cosas sin agobios. Algunas cosas pueden esperar a más tarde o a mañana, incluso al año que viene… Se trata de priorizar. Hay que aprender a ser flexible. Cambiar de planes puede ser a veces necesario y readaptarse rápidamente, una prueba de juventud mental. Si hace falta, cuanto antes se haga, mejor.


Test para saber cómo utilizas tu tiempo


Te propongo una pequeña encuesta que lleva a ganar conciencia sobre cómo querrías distribuir idealmente el tiempo y cómo te organizas en la práctica. Reflexionar sobre ello te permite dar un primer paso hacia el cambio.


Ordena los siguientes ítems según la importancia que tengan para ti, de mayor a menor. Fíjate: ¿Cuál pones en primer lugar? ¿Y cuál en último?


familia

amigos

trabajo

aficiones

tiempo para ti mismo

descanso

formación

estudio

sexo

espiritualidad


En un día ideal (de 24 horas) marca el tiempo que te gustaría dedicar a cada cosa. Puedes desglosar cada apartado en tantos subapartados como necesites. Aquí te proponemos algunas opciones pero siéntete libre de considerar las que creas convenientes y se adapten mejor a ti:


Familia: atención a los hijos, a los padres, a la pareja, a otros familiares, conexiones por Internet (e-mail, Skype, etc.).

Amigos: llamadas, encuentros, comidas y cenas, Internet.

Trabajo: en tu lugar de trabajo, en casa, bricolaje y mantenimiento, buscando trabajo, hablando de trabajo, desplazamientos de trabajo

Aficiones: animales, plantas, deporte, cine, fotos, viajes y su planificación, televisión, exposiciones, pintura, escritura, lectura, juegos, baile, conciertos, paseos, Internet.

Tiempo para uno mismo: cuidados personales, médicos, estar solo.

Descanso: descanso nocturno, siestas, relax, ejercicios de relajación.

Formación y estudio: cursos, seminarios, lecturas, proyectos intelectuales, participación en grupos de estudio, actividades académicas, revistas especializadas.

Sexo: con la pareja, con amantes, solo, Internet.

Espiritualidad: rituales religiosos, meditación, lecturas, grupos, atención al instante presente. Ahora repasa los mismos apartados pero respondiendo con el tiempo real que dedicas habitualmente a cada cosa. Compara tu día ideal con tu día real, el que vives cada día. Saca tus propias conclusiones.


4 claves para mejorar tu relación con el tiempo


Don Juan, el viejo maestro indio del antropólogo y escritor Carlos Castaneda, decía que "el tiempo es una goma elástica". Todos hemos tenido esta percepción: minutos que se hacen eternos, horas que pasan volando… instantes que perduran para siempre.


1. Sé consciente de tu actitud frente al tiempo


Los griegos, que contaban con una amplia variedad de deidades, tenían a tres para hablar del tiempo: Cronos, Aión y Kairós.


Cronos es el tiempo que devora a sus hijos; su paso es inexorable, los minutos, las horas se suceden sin que podamos detenerlos, y nos llevan a envejecer. Es un tiempo humano, a la vez lineal y cíclico.

Aión es el dios que representa tanto al joven como al viejo. Es un tiempo que permanece, siempre está. Podríamos decir que es el tiempo ilimitado e infinito.

Kairós es una divinidad menor. Es el instante efímero, ese momento especial que aparece cuando quiere y se desvanece sin que podamos retenerlo. Es "el momento oportuno para…", el ahora o nunca, el punto de inflexión, la ocasión. Tenemos que atraparlo al vuelo.

Psicológicamente es importante que comprendamos que eso que llamamos tiempo es una realidad con diversas características y que podemos integrar a estos tres dioses o aspectos del tiempo. Si bien es cierto que "el tiempo no perdona nada", como decía el poeta, y que a todos nos llega la época de las canas y de las arrugas, la percepción y el sentir cambian si somos capaces de comprender y vivenciar el aspecto que representa Aión.


Formamos parte de una naturaleza cíclica, que se renueva constantemente. Nuestras células se renuevan; nuestros pensamientos –si los dejamos– también; nuestras emociones, las épocas de la vida, los amigos y las diferentes relaciones… todo se renueva. Y aunque un día morimos y desaparecemos físicamente del planeta, no hacemos más que formar parte de ese ciclo que nos sobrepasa y contiene. Quién sabe qué otro renacer origina la muerte… Aión nos dice que ocurra lo que ocurra, hay algo infinito e ilimitado de lo que formamos parte, una esencia, una trascendencia, una permanencia.


Este es un punto esencial de la actitud personal frente al tiempo. Aunque no se sea muy consciente o en absoluto consciente de ello, la diferente comprensión y consecuente angustia que puede causar Cronos en cada persona induce a ciertos comportamientos que buscan tapar esa angustia. Dicho brevemente, si vivimos tan solo en Cronos, el temor a desaparecer nos lleva a querer aprovechar el tiempo de forma compulsiva o tal vez a desesperarnos frente a lo inevitable…


Podemos acabar como ese dios que devoraba a sus hijos, en el sentido metafórico de temer lo nuevo que llega y que inevitablemente acabará desplazándonos. Dejarse vivir y fluir disfrutando del momento es posicionarse en Aión: el tiempo pasa pero cada momento es único y eterno. Debemos también estar atentos para acoger cada Kairós que llega, como un bonito regalo de la vida, como la ocasión de vivir plenamente.


¡Bailemos mientras haya música! Esto sucede en un plano básico, profundo de cada persona pero también se puede aplicar en el día a día.


2. Piensa en ciclos y traza un plan


Cuando tenemos que realizar una tarea, podemos sentirnos a gusto con ella o no, tener más ganas o menos de realizarla, pero sabemos que tiene un comienzo y un fin.


Si es algo farragoso, nos alegraremos pensando que no durará para siempre. Si nos gusta, nos ayudará a disfrutar de cada segundo.


Del mismo modo, podemos prever que lo que hacemos probablemente tendremos que hacerlo otra vez en la vida. Tal vez mañana mismo. Cuando paso el aspirador, sé que de nuevo van a caer polvo y miguitas, etc. El ciclo va a recomenzar en el mismo instante en que lo guarde en el armario.


Lo mejor es que tenga un plan de acción que me permita ser eficaz en lo que hago y que tenga en cuenta el ciclo para que pueda mantener mi espacio limpio.


En otro ámbito, si dirijo una empresa, sé que tengo que mantener la comunicación con mi equipo. Por lo tanto, dedicaré un tiempo semanal a hablar con mis subordinados, aunque a veces me parecerá que no haga falta…


Debemos encontrar ciclos, ritmos. Esto nos ayuda a organizarnos y al mismo tiempo a fluir. Con todo ello, habremos puesto a Cronos de nuestra parte.


3. Vive el momento y no dejes escapar tus oportunidades


No nos olvidemos de Kairós. Él aporta el toque de lo imprevisto y la oportunidad que atrapar. En cualquier tarea, puede sorprendernos con su inspiración, con su aliento, insuflándonos nueva fuerza y abriéndonos horizontes. Cuando llega, hay que acogerlo y escucharlo. No hay que dejar pasar las ocasiones… ¡Hay que estar atentos!


Imagínate en el último tramo de tu vida. Imagínate con tus plenas facultades psíquicas y haz un repaso de tu vida. Respira profundamente varias veces. Siente cuáles han sido las cosas más importantes, más bonitas, aquellas que repetirías sin planteártelo dos veces.


Ve los momentos que ahora reconoces como momentos vacíos, sin contenido, esos que hubieses podido llenar de sentido, pero que se te escaparon. El otro día una persona hizo este ejercicio conmigo y de repente comprendió la importancia que tenían las noches, que él ocupaba echándose en el sofá a ver la televisión. Cada día pensaba que quería ponerse a escribir, un día u otro… A partir de este ejercicio ha empezado a alternar las series televisivas con noches de lectura, escritura y música.


Me comentaba que se siente feliz de haber recuperado esos momentos para sí mismo, y que incluso durante la jornada laboral tenía ideas que después ponía en acción por la noche. Su creatividad había vuelto a aflorar.


No es necesario ponerse dramático, pero hay que darse cuenta de que nuestro tiempo es limitado en lo absoluto. Si bien las cosas raramente son como soñamos, la realidad puede mejorar con una actitud emprendedora. ¡Debemos tomar las riendas de nuestra vida! Y la vida es simplemente cada día, cada momento. Ahora mismo.


4. Pon límites a la tecnología


Correos electrónicos, redes sociales, móviles con cámara, tabletas con juegos… La posibilidad de dedicar mucho tiempo a dispositivos y maneras de relacionarse es muy alta. Conviene ser consciente de ello.


Las tecnologías están cada vez más presentes en nuestras vidas. Vivimos pendientes del correo electrónico y el teléfono, pegados a las tabletas o al ordenador. Todo parece que tiene que ser inmediato ya que puede serlo. Cuando recibimos un e-mail, nos parece que se debe responder lo antes posible.


Cuando alguien se va de viaje cuelga sus fotos en las redes sociales a medida que las hace para que sus amigos y familiares estén al corriente de lo que hace. Podemos hablar con nuestros clientes o amigos desde cualquier parte del mundo. Podemos compartir información y obtenerla de forma inmediata. Lo que estamos olvidando es que podemos dejar los teléfonos apagados y el ordenador, también.


Es desolador ver en los restaurantes a parejas sentadas a la mesa, cada cual hablando por teléfono. O a madres que pasean con sus hijos mientras van charlando con una amiga por teléfono y desatendiendo el instante.


Aquí van algunas propuestas:


Es importante no dejarse invadir por nuestros queridos aparatos y su inmediatez. Se puede dejar el teléfono cuando se sale a pasear, solo, en pareja o en familia. Más tarde, ya habrá posibilidad de contar a quien se quiera dónde se ha estado, si se desea.

Se puede apagar el teléfono cuando se juega con los hijos, y permitir así que sientan que son importantes.

Es aconsejable dedicar tiempo a la pareja sin internet por medio…

Salvo que se tenga una gran responsabilidad, no es necesario estar siempre localizable.

Un comentario aparte merecen los juegos online. Muchas personas se enganchan a ellos y pasan horas y horas frente a la pantalla. Si es tu caso, pregúntate si estás haciendo libremente lo que tienes ganas de hacer. Si te sientes enganchado y no logras salir, pide ayuda.


Laila Montserrat

Enlace: https://www.cuerpomente.com/psicologia/como-conseguir-mas-tiempo-para-ti_6538

Imagen: Adobe Spark Post