Publicado: 28 de Diciembre de 2020

Todos tenemos una voz interior. Esa voz puede adoptar un tono reconfortante para hacernos sentir mejor cuando estamos mal. Puede decirnos que estamos a salvo y que todo saldrá bien. Pero otras veces esa voz puede llegar a ser muy dura. Puede vapulearnos sin piedad y recordarnos todo lo que hemos hecho mal.


Esa voz representa uno de los diferentes “yos” que habitan en nosotros. De hecho, según la “Teoría de los Yos” nuestra personalidad está compuesta por una multiplicidad de yos que toman el mando según sea necesario, para protegernos de los peligros, garantizar nuestra supervivencia y lograr que seamos menos vulnerables.


Uno de esos yos asume el papel de crítico y puede decirnos cosas como “no te has esforzado lo suficiente”, “presta más atención” o “nunca haces nada bien”. Aunque muchas veces las recriminaciones de ese “yo crítico” no son agradables, debemos prestarle atención porque sigue una agenda oculta que suele tener un gran impacto sobre nuestro equilibrio mental.


Las 3 razones que empujan a nuestro crítico interior


1. Intenta motivarnos. Nuestra voz crítica puede decirnos que “somos unos perezosos sin remedio por no ir al gimnasio” o que “somos unos perdedores por haber dejado escapar una excelente oportunidad de trabajo” para intentar motivarnos, aunque pueda parecer paradójico.


Cuando nuestra voz asume este tono, generalmente está repitiendo un patrón que aprendimos en la infancia, quizá porque nuestros padres o maestros usaban esas palabras con nosotros. En práctica, nuestro crítico interior cree que reprendiéndonos por lo que hemos hecho mal nos empuja a esforzarnos más y seguir adelante.


Por eso, esta voz crítica nos reprende severamente y puede despertar recuerdos de otros errores y pasos en falso del pasado. Nos recuerda constantemente que no hemos estado a la altura para animarnos a crecer y nos castiga para generar unos sentimientos negativos de los cuales deseamos desprendernos mejorando nuestro desempeño.


Por desgracia, un estudio realizado en la Universidad Brandeis reveló que ser excesivamente duros con nosotros mismos y castigarnos con pensamientos negativos no brinda los resultados esperados. De hecho, puede hacer que nos sintamos más incompetentes, defectuosos o carentes. Al contrario, asumir una actitud más compasiva y aceptar el fracaso nos motiva más a mejorarnos a nosotros mismos.


2. Intenta devolvernos el control. Cuando el nivel de incertidumbre aumenta, puede resultarnos particularmente difícil lidiar con la sensación de pérdida de control. En esos casos puede intervenir nuestro crítico interior para decirnos cosas como “si nos hubiéramos esforzado más lo habríamos logrado” o “si hubiera prestado más atención no habríamos fallado”.


Estas frases son en realidad una lucha contra la sensación de indefensión y falta de control. Aunque pueden sonar como recriminaciones, su objetivo final es reforzar el locus de control interno. O sea, recordarnos que podemos hacerlo mejor si nos esforzamos más. Esta estrategia puede tener un efecto colateral: exigirnos demasiado.


Lo que aparentemente debe tener un efecto empoderador, puede volverse en nuestra contra haciendo que nos convirtamos en víctimas y verdugos de nosotros mimos. “Esta autorreferencialidad genera una libertad paradójica, que, a causa, de las estructuras de obligación inmanentes a ella, se convierte en violencia, de manera que cada cual termina llevando consigo su campo de trabajos forzados”, como advirtiera el filósofo surcoreano Byung-Chul Han.


En realidad, debemos ser conscientes de que algunas cosas se encuentran bajo nuestro control, pero otras no. No debemos caer en el error de culparnos y sobreexigirnos más de lo que podemos dar, solo porque tenemos miedo a admitir que no podemos controlar todo.


3. Intenta protegernos. El “yo protector” es uno de los primeros aspectos de la personalidad que se desarrolla para mantenernos a salvo. Es una especie de guardaespaldas que se mantiene atento constantemente para detectar los peligros que nos acechan y determina cómo nos puede proteger.


Esa voz crítica nos dirá cosas como “no hagas el ridículo” o “no sudes / no te sonrojes / no muevas tanto las manos o se darán cuenta de que estás nervioso”. De hecho, escanea constantemente el entorno para determinar qué comportamientos tienen mayores probabilidades de ser aceptados socialmente.


Se encarga de que sigamos una serie de reglas porque estas nos garantizarán nuestra seguridad y cierto grado de aprobación social. La voz crítica que se activa en nuestra cabeza se asegura de que no actuemos de forma inadecuada o ridícula. Nos ayuda a evitar errores, nos permite seguir los puntos de referencia para mantener cierto nivel de desempeño o evitar ser desatentos o maleducados.


Uno de los principales problemas de este tipo de críticas es que perdemos la espontaneidad. Nos volvemos menos auténticos porque nuestro yo controlador/protector está monitoreando y diciéndonos lo que debemos hacer para agradar a los demás.


Si esta autocrítica se hace demasiado fuerte, muy pronto nos sentiremos agobiados y se desencadenará un mecanismo de autoobservación constante que generará precisamente el efecto contrario: nos pondrá más nerviosos y seremos menos eficaces en nuestras interacciones sociales. De hecho, un estudio realizado en la Universidad de Harvard reveló que nada se fija tan intensamente como lo que pretendemos obviar, es lo que se conoce como efecto rebote.


Cómo usar las críticas para crecer – de verdad


En realidad, esa voz crítica es necesaria. No hay nada de malo en ser autocríticos. Pero debemos asegurarnos de que no tome el mando y, sobre todo, debemos tener cuidado con sus mensajes porque la manera en que nos hablamos a nosotros mismos, el discurso que hilvanamos alrededor de nuestros fracasos, debilidades y errores es muy importante.


Un estudio realizado en el Kingsway Hospital del Reino Unido reveló que nuestra voz crítica no es un proceso unitario, sino que adquiere diferentes funciones, sigue objetivos distintos y se alimenta de diferentes emociones. Estos psicólogos concluyeron que “las personas autocríticas, en comparación con las que se tranquilizan, tienen un mayor riesgo de padecer alguna psicopatología”. De hecho, otro estudio llevado a cabo en la Universidad Estatal de Georgia vinculó los niveles elevados de autocrítica con síntomas depresivos más severos.


El objetivo no es eliminar ese “yo crítico” sino aprender a lidiar con él. Luchar contra esas afirmaciones o intentar ignorarlas no suele ser muy eficaz. Muchas veces la autocrítica parece reflejar la verdad, lo que la hace muy convincente.


En su lugar, podemos practicar la defusión. Se trata de una técnica que nos ayudará a reconocer que nuestras críticas son solo ideas, no hechos. Así podremos diferenciar nuestros pensamientos de la realidad y disminuir el impacto negativo de las críticas, debilitando su control sobre nuestro estado de ánimo y conducta.


Una de las técnicas de la defusión consiste precisamente en captar el objetivo oculto detrás de las críticas que nos hacemos. Luego debemos tratar a nuestro crítico interior de manera más compasiva. Le decimos: “comprendo lo que estás haciendo y te lo agradezco, pero existen otras maneras de abordar esta situación”.


A fin de cuentas, nuestro crítico interior solo intenta protegernos o motivarnos. Solo que a veces no encuentra la mejor manera de hacerlo y debemos darle una ayuda adicional de manera consciente.


Jennifer Delgado Suárez

Enlace: https://rinconpsicologia.com/critico-interior-voz/?utm_source=feedburner&utm_mediuemail&utm_campaign=Feed%3A+blogspot%2FkmEG+%28Rincón+de+la+Psicolog%C3%ADa%29

Imagen: Adobe Spark Post