Publicado: 22 de Enero de 2021

El autocontrol es uno de nuestros valores más preciados. Usualmente aplaudimos las personas que tienen disciplina y pueden regular sus impulsos. De hecho, muchos de los slogan que nos rodean se relacionan con el autocontrol: “Just say no” o “Just do it”. Pero… ¿es posible que el autocontrol se convierta en un obstáculo más que en una fuente de felicidad?


Precisamente, los psicólogos Evan P. Apfelbaum y Samuel R. Sommers hipotetizan que demasiado autocontrol puede ser negativo y que renunciar al poder personal no siempre tiene consecuencias nefastas. Pero como toda idea necesita su comprobación en la práctica, ambos psicólogos pusieron manos a la obra explorando la virtud de la «impotencia» en el área de las relaciones interpersonales.


Estos especialistas pensaban que en muchas ocasiones las personas se cuidan demasiado (a veces en extremo) de no decir palabras erróneas sobre el color de la piel en un grupo interracial. Así, este exceso de autocontrol causaría tanto malestar que al final sería interpretado como una muestra de deshonestidad y prejuicio racial.


Para comprobar esta teoría los psicólogos minaron deliberadamente el poder mental de los voluntarios en el experimento. ¿Cómo? Sencillamente se enfrentó a cada persona a una serie de ejercicios mentales tan desafiantes que repletaron temporalmente sus reservas cognitivas (algo imprescindible para lograr el autocontrol).


Así, una vez que el estado mental de los voluntarios no era el óptimo, los investigadores los enfrentaron a una situación social donde se evidenciaba una tensión racial en potencia. Otro grupo de personas se enfrentó a esta misma situación pero al contrario del primer grupo, no pasó ningún ejercicio previo por lo que teóricamente estaban en óptimas condiciones mentales para ejercer el autocontrol. En total participaron 82 jóvenes con una media de edad entre los 18 y los 23 años.


Pero… ¿cuál era la situación que debían enfrentar? Cada persona se dejaba sola en una habitación en la cual entraba una persona de color de la piel negra que les preguntaba si consentirían a dejarse entrevistar sobre cómo la universidad debía garantizar la diversidad racial. Vale, aparentemente esta pregunta no está relacionada con el autocontrol pero es una estratagema ya que el entrevistador le pedía a los participantes que compartiesen cualquier idea que tuviesen sobre el tema.


Después de esto cada participante debía evaluar la experiencia en relación con ciertos indicadores como el grado de confort, de torpeza o de disfrute que experimentaron durante la entrevista. Además, cada uno de los entrevistadores también debía dar su opinión sobre el sujeto entrevistado atendiendo a cuán cautos habían percibido a la otra persona y si tenían prejuicios raciales.


Los resultados fueron asombrosos. Las personas que estaban exhaustas mentalmente (y por ende sus recursos cognitivos estaban demasiado comprometidos como para ejercer el autocontrol) disfrutaron más de la entrevista al brindar respuestas más espontáneas. En el otro extremo, los entrevistadores hallaron que estas personas eran más auténticas y directas en la entrevista, menos inhibidos y menos prejuiciados, siéndoles mucho más simpáticos en comparación con el grupo de personas que ejercieron el autocontrol.


Así, cuando los investigadores le “impidieron” a las personas ejercer el nivel de autocontrol al cual estaban acostumbras, las relaciones sociales fluyeron mucho mejor y fueron percibidas como más satisfactorias.


Desgraciadamente el autocontrol nos ha invadido tan profundamente que es un verdadero desafío dejarse llevar por los sentimientos y actuar de una manera más natural y desinhibida.


Jennifer Delgado Suárez

Enlace: https://rinconpsicologia.com/cuando-perder-el-autocontrol-se/

Imagen: Adobe Spark Post