Publicado: 28 de Mayo de 2023

La nostalgia recuerda, reconoce y confiesa algo del pasado. Un olor, una voz de un ser querido que ya partió, alguna casa donde pasamos nuestra infancia, nuestras amigas, las risas, una canción que nos remonta a una época especial de nuestras vidas, son parte de la nostalgia. Aparece, por ejemplo, cuando fijamos la mirada en una foto, en un estado de quietud, y esa cara que tanto miramos, adquiere movimiento.


Nos remontamos a momentos vividos, en general placenteros, que quedan guardados en nuestra memoria y solemos volver a ellos poniéndonos “nostálgicos”. Son momentos “placenteros”, porque, en general, no sentimos nostalgia por momentos o épocas dolorosas, ni deseamos volver a ellas.


Las implicaciones psicológicas de la nostalgia


La nostalgia ocupa momentos de ilusión en nuestra memoria, es dulce y agria al mismo tiempo, ya que nos lleva a situaciones imposibles de regresar. Es imposible regresar a una época, pero sí podemos viajar a ella. La nostalgia aparece pegada a los recuerdos vividos.


El hecho de, a través de la nostalgia, confrontar a la realidad de que no podemos volver a una época, nos lleva a un estado de tristeza. Tristeza de no poder encontrarse con la persona que partió, de que la casa que recuerda ya no existe o tiene una historia diferente, tristeza de ese olor que nunca retornará, tristeza de que ya pasaron los años de juventud y no la podremos recuperar.


La nostalgia arraiga también en experiencias sensoriales arcaicas, las cuales no recordamos pero intentamos siempre volver a ellas, a través de nuestros vínculos amorosos actuales.


Afortunadamente, como somos seres que nos caemos y nos levantamos de forma constante, porque así es la vida, la desesperación que podemos sentir por lo que ya no volverá jamás, nos lleva naturalmente a la esperanza y a la ilusión de lo que vendrá, como también a aferrarnos y a valorar lo mucho que queda y a abrazar la edad que tenemos, aceptar nuestros cuerpos añejados.


El dolor emocional vinculado a los recuerdos


Si la nostalgia acarrea dolor, hay que hacer el esfuerzo de proyectar un futuro con imágenes y sensaciones igual de placenteras que las que nos hacen falta. Intentar replicar lo vivido, ser amorosos con otros de la misma manera que lo fueron con nosotros. Necesitamos la capacidad para crear nuevas ilusiones mentales y tener los pies en la tierra para poder llevarlas a cabo. Agradecer, también es una herramienta fuertísima. Agradecer por lo que tuvimos, nos salva y nos pone de pie más fuertes.


La tristeza es tan intima, que nos separa del mundo exterior. Sale de lo más profundo de nuestro ser, es como una manta que nos corre por todo el cuerpo, y sentimos que flotamos. Cubiertos de dolor. Puede ser pasajera, durar horas, o días enteros. Puede aparecer en un momento feliz y mezclarse con una sonrisa, con una mirada, donde surge una grieta.


Cuando uno se entrega a la tristeza, el odio y la ira se esfuman. Nos rendimos, aceptamos la injusticia o la pérdida. Nos alojamos dentro de nosotros mismos, ya no luchamos. La tristeza nos entrega al llanto.


Existe la posibilidad, que cuando una tristeza no es aceptada ni procesada adecuadamente, se le arraigue el odio y decide la persona expulsarlo fuera de sí, para poder experimentar el placer de destruir la causa de su malestar, en vez de aceptarla y afrontarla. Es aquí, cuando surge la violencia hacia el otro.


Sin embargo, a pesar que la tristeza nos pueda hacer sentir que flotamos en el mar sin rumbo, tiene la virtud de generar un espacio nuevo donde se pueda desplegar la risa, un pensamiento positivo, o la capacidad de proyectar nuevos horizontes. Muchas veces, la alegría y la felicidad llegan después de un viaje por el dolor.


Dolores Irigoin

Enlace: https://psicologiaymente.com/psicologia/nostalgia-tristeza-hacia-nuevos-horizontes

Imagen: Adobe Express