Publicado: 16 de Noviembre de 2021

¿Te has contagiado tanto de las carcajadas de otra persona que no has podido parar de reír? ¿Has llorado viendo a otro llorar? ¿Alguna vez te han invadido tan intensamente las emociones de alguien que te has sentido unido a él?


Una persona cuenta su historia llena de dolor y al momento quienes las escuchan lloran con ella y se sienten invitadas a mostrar también su herida. Incluso la pueden llegar a sanar al compartirla con esa persona. Brené Brown, investigadora de la Universidad de Houston, asegura en su Ted Talk que la vulnerabilidad es lo que más empatía genera. Pero, ¿qué es la empatía?, ¿es posible desarrollarla?, ¿de qué manera?.


Qué es la empatía


Empatizar es expresar nuestra comprensión sobre lo que el otro siente y a la vez que dos seres humanos se sientan reconocidos como tales. Gracias a la empatía recibimos apoyo y podemos darlo.


La empatía nos permite pertenecer. La capacidad de empatizar nos hace similares los unos a los otros y nos hace sentir que pertenecemos. "La empatía es un mecanismo específico para que, cuando vemos dolor en otra persona, también sintamos dolor. No solo entendemos el dolor del otro de manera cognitiva, también lo sentimos. Es extremadamente importante porque indica que las personas somos muy similares". Así lo expresaba el neurocientífico italiano Giacomo Rizzolatti, que descubrió las neuronas espejo en los años 90.


La empatía nos ayuda a socializar. Estas neuronas explican que nuestro cerebro, eminentemente social, sea capaz de percibir lo mismo que experimenta otra persona. Tanto es así que, cuando vemos a alguien recibir un masaje en una zona del cuerpo, podemos llegar a sentir casi lo mismo. De hecho, la empatía constituía una de las bases de la psicoterapia antes de que supiéramos de dónde procedía científicamente.


La empatía es esencial para construir valores. Cultivar la empatía significa poner la atención en el tú, descubrir el mundo del otro, lograr que la otra persona se sienta vista. Significa también tener la capacidad de sentir y reconocer lo que el otro está viviendo y ponerse en su lugar para comprenderlo mejor. Es como un bailar juntos, sintonizándose con el otro, lo que nos ayuda a construir los valores más preciados que tiene el ser humano: la familia, la amistad y el amor.


Por qué algunas personas tienen más empatía


La capacidad de empatizar puede quedar mermada por los traumas vividos a lo largo de nuestra vida. Estos traumas son importantes a la hora de relacionarnos con los demás y poder ser capaces (o no) de empatizar.


Si tenemos traumas no resueltos, nos costará restablecer el vínculo con el ambiente y con los demás de forma empática.


Es decir, nuestra capacidad de empatía se distorsionará por recuerdos que interrumpirán continuamente nuestras relaciones en el presente para mermar nuestra confianza en los demás. Nuestro sistema nervioso quedará en estado de alerta y nos convertiremos en supervivientes. Nos va a ser muy difícil poder establecer vínculos sanos y de sostén.


Los traumas explican por qué a veces es tan difícil de desarrollar empatía y por qué, en según qué situaciones, no logramos conectar con quienes nos rodean. Nos permiten también entender por qué nos están afectando tanto las dificultades que tenemos en esta pandemia para entrar en contacto con los demás, y es que nuestra autorregulación emocional se da sobre todo a través del contacto físico –y empático– con otras personas.


Los traumas infantiles procedentes del vínculo primario con la madre son los que más determinan la capacidad de empatía. Nuestra estructura interna afectiva se genera a través de este vínculo primario. La mirada de nuestra madre o cuidador principal es vital para conformar la forma en que percibimos el mundo.


Cómo desarrollar la empatía


A pesar de que la capacidad de sentir empatía puede estar mermada por los traumas no resueltos de la infancia, podemos hacer mucho por desarrollarla.


De nuestra capacidad de desarrollar una empatía sana que perciba a los demás sin perdernos de vista a nosotros mismos depende la calidad de nuestras relaciones y la posibilidad de crear un mundo más confiable y solidario.


Aquí van algunos consejos para desarrollar esta capacidad y lograr así conectar mejor con las personas de nuestro entorno.


Adoptar una actitud que la favorezca

Hay una parte de empatía que se produce de forma espontánea como mamíferos que somos, pero también nuestra actitud puede propiciarla o paralizarla.

La risa contagiosa es una forma de empatía espontánea y a la vez constituye uno de los mejores recursos para conectar con los demás.


Buscar el contacto visual también la favorece y es necesario para vincularnos mejor con los demás, algo que hacen las personas seguras y extravertidas y no tanto las tímidas e inseguras.


Estos gestos y actitudes ayudan a conectar de verdad con el otro y desarrollar una empatía sana.


Estar presentes. Para estar abierto a contactar con otros, se necesita cultivar la pura presencia y a la vez estar dispuesto a dejarse influir por la otra persona. Se trata de aceptar lo que se está viviendo al lado del otro, sin resistirse a ello ni desear cambiarlo.


Vaciarse del diálogo interno. La empatía requiere autoconocimiento y ser capaz de darse cuenta de si nos estamos dejando llevar por nuestros pensamientos y emociones. Hay que vaciarse de juicios para poder sentir de forma honesta lo que está sintiendo el otro.


Equilibrio entre el tú y el yo. La empatía sana distingue entre el «yo» y el «tú» de forma que diferencia los sentimientos propios de los ajenos. Aunque comprendamos lo que siente el otro y lo podamos sentir no nos perdemos de vista a nosotros mismos.


Repetir lo que el otro dice. La escucha activa es fundamental para poder comprender a la otra persona y cultivar la empatía. Cuando repetimos lo que la otra persona dice, se facilita la conexión porque entonces la persona se siente escuchada y reconocida.


Confirmar lo que entiendes. Una forma de repetir lo que dice el otro es reformulándolo con preguntas. Esto le ayuda a profundizar sobre lo que siente y lo que le pasa. A la vez nos permite comprobar si estamos comprendiendo bien lo que está expresando.


Mirar a los ojos y tocar al otro. Mirar a los ojos de la otra persona y tocar levemente su mano u hombro mejorará la sintonía entre ambos. El tacto suave y la mirada ayudan a desconectar nuestras alarmas y a que los sistemas nerviosos se tranquilicen, pues se sienten a salvo.


Vaciarse de uno para dar cabida al otro


También es necesario el autoconocimiento de las propias emociones y gozar de salud mental suficiente como para ser capaces de vaciarnos de nosotros mismos y de nuestros pensamientos y juicios.


Precisamente cuando estamos traumatizados este vaciamiento se hace más difícil. Y es que empatizar significa dejar que una parte de nuestro cerebro sea como un lienzo blanco en el cual el otro pueda tener un espacio para dibujar sus emociones cuando entramos en contacto con él.


Este contacto puede ser imposible, aunque esté frente a nosotros y abierto, si estamos demasiado ocupados con nuestras cosas o encerrados en nuestra prisión de pensamientos ansiosos, tristes o egocéntricos, como defensa ante heridas traumáticas.


Para que se dé la empatía conviene bajar el volumen de nuestro «yo» para dar un espacio al «ruido» del otro. Tenemos que «sintonizar» nuestro cerebro con la frecuencia del cerebro del otro para bailar coordinadamente. Por eso también la empatía es una de las bases del altruismo y la compasión.


Ponerse en el lugar del otro


Esto no implica que nuestro «yo» deje de existir. La empatía nos informa sobre todo de que «yo podría ser tú», que no es lo mismo que «yo soy exactamente igual que tú».


Es la capacidad de conectar con el otro y no de perdernos en él creyendo que no hay diferencias entre nosotros. Porque existe una empatía que nos invade tanto que puede llegar a impedirnos actuar y nos bloquea al no ser capaces de diferenciarnos del otro y mantener nuestra identidad. Sin embargo, hay una empatía sana, compasiva, que al diferenciarnos del otro facilita que le ayudemos y podamos cooperar.


Ver al otro sin dejar de verse a uno mismo


Podríamos distinguir otros matices para facilitar que la empatía sea cooperativa y ayude a los demás, para desarrollar una empatía sana. El consultor de comunicación y autor de La isla de los 5 faros (Ed. RBA) Ferrán-Ramón Cortés nos advierte de los peligros de la empatía proyectada.


¿Cuántas veces damos por sentado que el otro percibe exactamente el mundo de la misma manera que nosotros y no distinguimos que hay otras maneras de sentirlo? ¿Cuántas veces creemos que los demás han de sentir lo mismo que nosotros ante una determinada situación?


Aquí más que empatizar lo que hacemos es proyectar nuestras emociones en el otro y con ello estamos también dejando de verlo realmente.


Silvia Díez y Mireia Darder

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