Publicado: 2 de Noviembre de 2016

La sintomatología depresiva y ansiosa tiene importantes implicaciones para el funcionamiento en las actividades de la vida diaria y en la calidad de vida de las personas. Los síntomas depresivos se caracterizan por un estado de ánimo depresivo, disminución acusada del interés, agitación o enlentecimiento, fatiga, insomnio o hipersomnia, sentimientos de inutilidad o culpa excesivos, disminución de la capacidad para concentrarse, desesperanza y pensamientos recurrentes de muerte. Por su parte los síntomas ansiosos, se caracterizan por un estado de anticipación a una amenaza futura y sus síntomas son la incapacidad para bajar el estado de alerta, cansancio, dificultad para conciliar el sueño, tensión muscular, irritabilidad y dificultad para controlar la preocupación que actúa como amenaza (APA, 2013). Ambos síntomas exhiben un alto nivel de comorbilidad entre ellos y con otras patologías (por ejemplo, consumo o trastornos de personalidad entre otros) planteando la posibilidad de que bajo los síntomas depresivos y ansiosos, subyazcan procesos similares que estén relacionados con el desarrollo de otros trastornos más complejos.

Siguiendo esta línea de investigación, recientes estudios han encontrado la relación de ambos síntomas con déficits en las capacidades metacognitivas (Yilmaz, Gençöz y Wells, 2015). La metacognición se refiere a la capacidad de reconocer el estado mental de uno mismo, tolerándolo y regulándolo, reconociendo simultáneamente la mente de un otro con un contenido mental diferenciado del de uno mismo (Semerari et al., 2003). Las personas con una adecuada capacidad metacognitiva pueden observar sus pensamientos y emociones como eventos mentales pasajeros en vez de productos definitorios de uno mismo o como estados crónicos de su persona (Teasdale et al., 2002). Es decir, una persona con capacidad metacognitiva podrá observar cómo la tristeza ocupa su mente sin considerarse una persona que únicamente es triste o que ése va a ser un estado emocional crónico. Así, será capaz de conectar con otros recuerdos de su vida en los que ha estado con otras emociones y en los que sintiéndose triste, ha podido comprobar cómo ese estado se ha ido mitigando. A su vez, este tipo de personas pueden ver la influencia de las emociones en la construcción de su realidad y entender que los demás no ven el mundo con el “mismo color de su lente” o estado emocional. 

Por su parte, los síntomas ansiosos y depresivos, podrían estar relacionados con la incapacidad de tomar distancia de las emociones y pensamientos, en la sensación de los estados emocionales como algo crónico o en la incapacidad para imaginar o conectar con experiencias de calma u otras emociones. 

Una de las intervenciones más conocidas en el entrenamiento de las habilidades metacognitivas es la realizada a través del entrenamiento en mindfulness (Teasdale et al., 2002). Mindfulness ha sido definido como la capacidad para llevar la atención a las experiencias en el momento presente, aceptándolas y sin juzgar. Es una disposición natural de las personas cuya presencia puede variar en función de factores que favorezcan o disminuyan su presencia (Soler et al., 2014). El paradigma de mindfulness como rasgo plantea la posibilidad de que una disposición para funcionar en este estado pueda actuar como un elemento amortiguador en el desarrollo de diferentes patologías. 

Uno de los elementos fundamentales del mindfulness es el descentramiento. El descentramiento  se describe como la capacidad de centrarse en el presente, en una postura sin prejuicios hacia pensamientos y sentimientos aceptándolos y es una capacidad relacionada con las habilidades metacognitivas. Esta toma de distancia respecto a los contenidos mentales, permite al sujeto tener en cuenta otras perspectivas, reconocer la subjetividad del pensamiento de uno mismo y no identificarse con él. El proceso de descentramiento otorga un papel activo al sujeto en su proceso de construcción de la realidad al reconocer la subjetividad y volubilidad de sus contenidos mentales.

Por ello, este estudio evalúa el papel del descentramiento en mindfulness y los efectos en la sintomatología depresiva y ansiosa, con el fin de poder avanzar en el desarrollo de métodos más efectivos de intervención y prevención.

La muestra estuvo compuesta por 465 personas adultas de la Comunidad Autónoma Vasca a la que se les pasaron cuestionarios que medían síntomas depresivos y ansiosos, mindfulness y descentramiento. Los resultados revelaron que tanto la sintomatología depresiva como ansiosa son explicadas en gran medida por las puntuaciones en mindfulness y en descentramiento. Estos resultados muestran que mindfulness puede tener efectos terapéuticos beneficiosos en la sintomatología depresiva y ansiosa, y que uno de los procesos que subyacen a esta técnica es el descentramiento.

Estos resultados son útiles, ya que ayudan a profundizar en los mecanismos que subyacen a la sintomatología depresiva y ansiosa haciendo hincapié en la importancia de los procesos metacognitivos, como el descentramiento, en su desarrollo, y planteando a su vez nuevas formas de prevención e intervención en las mismas.

El artículo completo puede encontrarse en la Revista 

Clínica y Salud

Linares, L; Estévez, A.; Soler, J. y Cebolla, A. (2016) El papel del mindfulness y el descentramiento en la sintomatología depresiva y ansiosa. Clínica y Salud, 27, 51-56.