Publicado: 13 de Junio de 2019

De los vínculos afectivos más intensos surgen las ataduras más apretadas. Y cuanto más apretadas sean esas ataduras, más daño pueden hacernos. Aunque no siempre somos conscientes de ellas. De hecho, en muchos casos la peor manipulación se origina en nuestro entorno más cercano, en el núcleo que debería ser nuestra fuente de seguridad y validación emocional pero que termina convirtiéndose en una insondable fuente de preocupación, angustia, agobio y culpa.

La dinámica de las familias manipuladoras

En algunos casos, en vez de hacer referencia a personas manipuladoraspropiamente dichas, es posible hablar de familias manipuladoras ya que en su seno se desencadena una dinámica de control y sometimiento. En práctica, los miembros de la familia comienzan a seguir un patrón de comportamientos manipuladores. 

En el seno de esa familia disfuncional se instaura un mecanismo de manipulación por medio del cual se controla a uno o varios de sus miembros. Ese tipo de manipulación puede adquirir diferentes matices. Una de las dinámicas más comunes consiste en convertir a uno de sus miembros en el chivo expiatorio que cargará con todas las culpas familiares. Esa persona será víctima de lo que se conoce como “efecto oveja negra” y será culpada sistemáticamente por todos los problemas que ocurran en el seno familiar.

Otra dinámica de manipulación bastante común consiste en obligar a uno de los miembros a asumir la responsabilidad de todo el núcleo familiar, ya sea en el plano afectivo o económico – o en ambos -, recurriendo a sentimientos de culpa, chantajes o simplemente haciendo leva en su sentido de la responsabilidad. En estos casos, la víctima carga sobre sus espaldas las responsabilidades y obligaciones que, en una familia funcional, estarían repartidas entre todos sus miembros de manera proporcional a sus capacidades.

La dinámica de la familia manipuladora termina consolidando un equilibrio malsano en el que uno de sus miembros es “aplastado” bajo el peso de los demás. En algunos casos ese “peso” es más evidente pues se traduce en insultos, humillaciones y desvalorizaciones, pero en otros casos es mucho más sutil y hasta puede enmascararse bajo la forma de elogios cuyo verdadero objetivo es lograr que esa persona siga sujeta a la manipulación y continúe actuando como principal proveedor del núcleo familiar. De hecho, el victimismo es una estrategia de manipulación que usan las familias manipuladoras para controlar a la verdadera víctima.

A veces, esa manipulación no se ejerce de manera plenamente consciente. Es probable que los miembros de la familia comiencen a depender cada vez más de uno, se acomoden en esa situación y la manipulación se convierta en el único camino que encuentran para mantener el estado de las cosas. Al fin y al cabo, nuestro miedo a salir de la zona de confort puede hacer que prefiramos un «mal conocido que un bueno por conocer», lo cual perpetúa la situación de manipulación. En otros casos, esa manipulación sí puede ser consciente e incluso es probable que algunos miembros de la familia se “alíen” para mantener sometido al otro o los otros.

¿Por qué es tan difícil reconocer la manipulación familiar?

Existen dos grandes obstáculos que nos dificultan detectar a una familia manipuladora:

  1. Los profundos vínculos emocionales. Se supone que la familia es una de nuestras principales fuentes de seguridad emocional, donde debemos sentirnos comprendidos, aceptados y amados. Ello nos lleva a establecer profundos vínculos afectivos que, en muchas ocasiones, nos impiden ver la realidad tal como es. En muchos casos, la persona que está siendo víctima de una familia manipuladora se niega inconscientemente a reconocer la realidad porque ello implicaría reconocer que esa fuente de seguridad ha transmutado en una fuente de agobio y angustia. También implica reconocer que las personas en quienes ha confiado, se han aprovechado de esa confianza. Y eso representa un duro golpe para nuestra visión del mundo que a menudo nos lleva a replantearnos muchas de nuestras certezas, comportamientos y sentimientos.
  2. La creencia en la familia como una unidad sagrada. La firme creencia de que la familia es una unidad sagrada puede llevarnos a traspasar algunas barreras que jamás traspasaríamos con otras personas. Pensar que esos vínculos son indisolubles puede hacer que algunos se aprovechen de otros, y otros se dejen aprovechar por esos algunos. “Ante lo que es sagrado, pierde uno todo su sentimiento de poder, se siente uno impotente y se humilla […] Lo sagrado inspira temor, de manera que el objeto del miedo se convierte en una potencia interior a la que yo no puedo sustraerme; lo que yo honro me toma, me liga, me posee, me pone completamente en su poder y no me deja liberarme”, apunta una frase de Max Stirner en la que se refería, entre otras cosas, a la supuesta indisolubilidad y sacralidad de los lazos familiares.

La manipulación familiar no es buena para nadie

Las familias manipuladoras crean una dinámica que no es positiva para nadie. Se establece una relación tóxica de dependencia en la que la víctima es drenada emocionalmente y los manipuladores se achantan y no solo dejan de crecer en el plano personal sino que incluso suelen involucionar.

La víctima de una familia tóxica verá como sus responsabilidades y obligaciones crecen cada día que pasa. Es probable que sus familiares le exijan cada vez más y se muestren cada vez más descontentos e insatisfechos con su entrega y dedicación. Esta persona se sentirá angustiada e irritable, pero es probable que ni siquiera comprenda de dónde surgen esos sentimientos, lo cual generará a su vez más conflictos en el seno familiar. Dado que su libertad personal está cercenada, la víctima no podrá seguir creciendo debido al lastre que arrastra.

Por otra parte, aunque en un primer momento puede parecer que los familiares manipuladores son quienes salen ganando en esta dinámica, en realidad también son perdedores. Pierden porque se vuelven dependientes, porque de cierta forma también están condicionando su vida a su víctima, y porque se niegan la posibilidad de desarrollar las habilidades necesarias para enfrentar los problemas y conflictos en la vida por sí mismos. 

Hay que tener en cuenta que, en la díada de la manipulación, aunque el manipulador parece tener el control de la situación, también es dependiente de su víctima ya que la necesita para mantener el estado de las cosas. Por tanto, la manipulación familiar es una situación en la que nadie gana a largo plazo. Nunca.

¿Cómo poner fin a la dinámica de manipulación familiar?

Quizá uno de los pasos más liberadores, pero también más difíciles de dar, consiste en asumir que los lazos familiares no tienen por qué ser indisolubles, sobre todo cuando se convierten en una soga que aprieta cada vez más fuerte. Como dijera el escritor Richard Bach: “el vínculo que te une a tu verdadera familia no es el de la sangre, sino el del respeto y la alegría que tú sientes por las vidas de ellos y ellos por la tuya”.

La familia, aunque no está exenta de conflictos, debe ser un refugio donde encontramos comprensión y amor. Cada miembro de la familia debe asumir sus responsabilidades, respetar a los otros, apoyarles y, sobre todo, dejarles la libertad que necesitan para que cada quien pueda crecer en su propia dirección.

La terapeuta familiar Virgina Satir apuntó: “los sentimientos valiosos solo pueden florecer en un ambiente donde se aprecien las diferencias individuales, se toleren los errores, donde la comunicación sea abierta y las reglas sean flexibles, el tipo de ambiente que se encuentra en una familia cariñosa”.

Cuando la familia se convierte en una fuente de agobio, tensión y manipulación, hay que poner límites. Necesitas tener claros cuáles son tus puntos rojos, aquellos que no estás dispuesto a que los demás traspasen. Y necesitas que los demás miembros de la familia tengan claro que no permitirás que traspasen esos límites. 

Si consideras que determinada dinámica familiar es dañina, no dejes que se convierta en un elefante en la habitación, sácala a colación, propón ideas para solucionarla y escucha la perspectiva y propuestas de los otros actores. No te sientas culpable por no querer cargar con un peso que no te corresponde. Al fin y al cabo, una familia en la que cada uno de sus miembros trabaja para madurar y asume sus responsabilidades, es una familia más enriquecedora para todos.

Jennifer Delgado Suárez 

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