Publicado: 18 de Abril de 2019

Las crisis de pánico o de angustia forman parte de esa lista de motivos frecuentes por los que las personas acudimos a consulta. Normalmente, estos pacientes son atendidos por los médicos de atención primaria y si en la exploración no existe nada orgánico o físico, son derivados al especialista en psicología clínica.

En otras ocasiones, la mayoría por falta de profesionales, son tratados con antidepresivos o ansiolíticos, sin que ello de pie a una mejoría sustancial del problema.

En concreto, el DSM5 nos habla de un episodio de miedo o malestar intenso que va acompañado de sensación de peligro o muerte inminente con un impulso de escapar. Comienza de forma brusca y alcanza el pico en los primeros 10 minutos. Debe ir acompañada de al menos 4 o más síntomas de los 13 que aparecen.

Estos síntomas pueden ser: palpitaciones o sacudidas en el corazón -síntoma más frecuente-, sudoración, temblores, sensación de ahogo, sensación de atragantamiento, opresión torácica, náuseas, inestabilidad o mareo, desrealización o despersonalización, miedo a perder el control o volverse loco, miedo a morir, parestesias o sensaciones de escalofrío o sofocos.

Estos síntomas, que no son más que manifestaciones de la propia ansiedad, se viven con un malestar muy intenso, pues suelen achacarse a sintomatología física o a muerte inminente. Imagínate que de repente sientes que el corazón “se te sale por la boca”, que te desmayas, que sudas sin control o tienes sensación de que te ahogas.

Lo más normal es que pienses que algo malo te está ocurriendo. ¿Será un infarto? ¿Me voy a morir? ¿Me estaré volviendo loco?

Si tus pensamientos van en esta dirección, lo que ocurrirá inevitablemente, es que esas sensaciones de miedo aumentarán. Es lo que se conoce como fobobia o miedo al miedo. Por ello, el tratamiento debe ir encaminado a la interpretación y tolerancia de esas sensaciones físicas, de manera que no escalen en intensidad. Profundizamos en ello a continuación.

¿Cómo funciona la exposición interoceptiva?

En cualquier trastorno de ansiedad, la técnica de elección es casi siempre la exposición, pero pecaríamos de reduccionismo si no dijéramos nada más. Aunque la exposición es una técnica fácil de describir a nivel teórico, puede no ser de aplicación sencilla. Además, tiene multitud de modalidades dependiendo del problema con el que nos encontremos.

No es lo mismo la exposición en una fobia a volar, que suele hacerse en imaginación o mediante realidad virtual, que en un trastorno de pánico, que se hace de forma interoceptiva.

Misma técnica, mismo objetivo, pero distintos procedimientos. Por ello, es sumamente importante que el tratamiento se lleve a cabo por un psicólogo especialista. Si no se hace de esta forma, no solo puede que el problema no desaparezca, sino que incluso puede empeorar, aumentando la sensibilidad.

El objetivo de la exposición es conseguir la habituación al estímulo fóbico. Este estímulo puede ser algo en particular, como ocurre en las fobias específicas, una situación, como pasa en la fobia social o una sensación, como en el tema que nos atañe. La habituación es un proceso fisiológico que ocurre cuando la persona experimenta por sí misma como el estímulo fóbico no acarrea las consecuencias que en un primer momento pensaba que podían ocurrir.

En el caso de la exposición interoceptiva, el hecho de que el paciente se exponga a sus sensaciones físicas sin llevar a cabo ninguna conducta de seguridad que tape el malestar (ansiolíticos, ir con un familiar, beber agua, llevar gafas de sol…) funciona en el sentido de que la persona interioriza que esas sensaciones son simplemente eso, sensaciones. 

No se les da más valor que este porque podemos comprobar como aquellas premoniciones que nos decían que nos iba a dar un ataque al corazón, no tienen fundamento porque nunca ocurren.

Por lo tanto, el clínico, en consulta y también fuera de ella, debe incentivar al paciente para que provoque de forma voluntaria las sensaciones de pánico. Además, es de suma importancia no realizar ninguna conducta que dificulte la exposición o facilite la evitación.

Ejercicios de exposición interoceptiva

En general, el procedimiento consiste en generar síntomas durante aproximadamente un minuto, mediante ejercicios que tratan de mimetizar los síntomas más comunes y temidos de una crisis de angustia característica del paciente. Las estrategias más comunes para lograrlo son:

  • Hiperventilación intencional. Provoca sensación de aturdimiento, desrealización, visión borrosa y mareo.
  • Dar vueltas en una silla giratoria. El objetivo es provocar mareo y pérdida de orientación.
  • Respirar a través de una cánula. Provoca disnea y sensación de ahogo por restricción de aire.
  • Contener la respiración. Provoca sensación de ahogo.
  • Correr en el lugar de la exposición. Provoca incremento de la frecuencia cardiaca, de la respiración y sudoración.
  • Tensión de zonas musculares. Provoca la sensación de estar tenso e hipervigilante.
  • Mover la cabeza de lado a lado. Provoca mareo y tensión en el cuello.

La inducción de estos síntomas debe realizarse entre 3 y 5 veces al día -la frecuencia varía dependiendo del caso; por otro lado, es más importante hacer bien la exposición una vez que mal muchas veces-, hasta que, gracias a la habituación, el paciente empiece a ver como el nivel de ansiedad se reduce hasta niveles en los que es capaz de controlarla.

El paciente aprende que estas señales internas no deben ser temidas porque no están asociadas a ningún tipo de amenaza. De hecho, él mismo puede llegar a provocarlas deliberadamente.

En fases más avanzadas del tratamiento, el paciente deja de practicar estos ejercicios y realiza otros más “naturales” en su ambiente cotidiano. Por ejemplo, realizar ejercicio físico, andar deprisa, subir escaleras, entrar en saunas… En este caso, los ejercicios no deben durar más de tres minutos.

Aunque la exposición interoceptiva es un tratamiento muy eficaz para las crisis de pánico, hay que priorizar el caso que tenemos y comprobar si es preciso añadir alguna otra técnica o llevar a cabo otros tratamientos alternativos.

Algunos pacientes rechazan este tipo de exposición porque se sienten incapaces de aguantar hasta ese punto en el que comienza la habituación. Lo que desde luego debe primar en la intervención con un paciente con pánico es la relación terapéutica basada en la empatía y la comprensión.

En segundo lugar, la psicoeducación es fundamental. Cuando el paciente entiende lo que le ocurre y reconoce el círculo vicioso de su ansiedad, es mucho más proclive a aceptar la exposición.

Alicia Escaño Hidalgo

Enlace: https://lamenteesmaravillosa.com/la-exposicion-interoceptiva-en-el-trastorno-de-panico/

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