Publicado: 22 de Abril de 2019

El abuso sexual infantil en hombres es uno de los horrores más retorcidamente silenciados de nuestra historia más reciente. De ellos son víctimas tanto niñas como niños, aunque las cifras nos están dejando datos merecedores de estudio y que son en muchos casos sorprendentes en lo negativo.

Un estudio en cifras realizado en Australia estimó que uno de cada 11 niños y una de cada cuatro niñas han sido víctimas de algún tipo de abuso sexual cuando eran aún menores. El 97% de los abusadores son hombres, pero también es cierto que muchas de las víctimas también lo son. En concreto, un 26% del total de víctimas de abusos sexuales infantiles son hombres.

Investigaciones similares realizadas en Estados Unidos presentan cifras muy parecidas. Lo que no deja de ser inquietante. Muchas de las víctimas de abusos sexuales infantiles arrastran esta experiencia a lo largo de sus vidas como un lastre del que no son capaces de desprenderse. Además, en muchos casos el trauma afecta de una forma disfrazada: la persona no se siente bien, pero no logra identificar por qué.

Las mujeres estamos saliendo progresiva y dolorosamente de la cultura del silencio de la que este tipo de abusos sexuales están rodeados. Pero los varones víctimas de abuso sexual en la infancia están empezando ahora a denunciar lo que durante mucho tiempo han silenciado.

La cultura del silencio

Para un niño o para un hombre adulto abusado sexualmente en la niñez es tremendamente difícil hablar de este tema. A los hombres se les hace creer que están destinados a una posición de poder, el débil es el dominado.

Aceptar el papel de víctima supone para los hombres reconocer un fragilidad profunda, entrar en un terreno emocional que en muchos casos nadie les ha enseñado a explorar. Una característica muy cruel de la educación masculina que se inculca en los niños desde muy pequeños.

Cuando un hombre confiesa haber sido víctima de abuso sexual está exponiendo su “hombría” al ataque, a la incredulidad y la duda de su entorno sobre su orientación sexual. De esta manera, su castigo es doble. Estos niños suelen reaccionar al abuso con incredulidad. Les cuesta mucho creer que “eso” de verdad les ha pasado a ellos. La reacción inmediata es pensar que los demás tampoco les van a creer.

El poder del abuso sexual

El abuso sexual infantil en hombres no es tanto una cuestión de excitación sexual del agresor como un ejercicio de control, de humillación y de poder sobre la víctima. Cuando las víctimas son varones, además el hecho puede dejar una herida muy profunda en relación a su identidad sexual, a su masculinidad y a sus futuras relaciones sentimentales. Heridas, por otra parte, muy difíciles de cicatrizar.

La violencia sexual es mucho más que violencia física. El maltrato psicológico y el estigma que conlleva haber sido abusado es mucho mayor que la propia agresión física. Entender que este tipo de violencia es una cuestión de poder es fundamental para empezar a entender cuáles son los daños reales y más profundos que se generan en el abuso sexual infantil en hombres.

El agresor sexual que ejerce violencia contra un niño juega con su poder de adulto y siempre lo hace en la fina línea de la incapacidad de la víctima para distinguir claramente entre sexo con o sin consentimiento.

Esto genera un sentimiento de culpa en el niño que le desborda: para gestionar lo que le ha sucedido necesita una madurez emocional mucho mayor que la que tiene. De ahí el drama, de ahí el peligro.

Los horrores ocultos de un patriarcado feroz

A muchas personas les cuesta todavía entender que la violencia sexual ejercida por hombres contra hombres es una extensión de la dominación patriarcal. En muchos casos, creemos que este es un sistema que otorga poder a los hombres sobre las mujeres, pero en realidad lo que otorga a los hombres es poder sobre el más débil o el más indefenso.

Un juego realmente peligroso que nuestra cultura se ha empeñado en esconder durante demasiado tiempo ya. Un sistema que debemos dejar de combatir por géneros y empezar a hacerlo como seres humanos porque ha resultado tremendamente dañino tanto para hombres como para mujeres.

Las secuelas psicológicas

Las secuelas psicológicas que sufren los niños que han sido abusados sexualmente tienen algunas características comunes con las sufridas por las niñas. La depresión se da casi de inmediato en los dos casos. También lo son los sentimientos de culpa y la baja autoestima.

La autoestima resulta tremendamente dañada en todos los casos de abuso sexual. Cuando el abuso no se pone al descubierto y continúa repitiéndose en el tiempo, los sentimientos de vergüenza, suciedad, daño, abandono e impotencia se multiplican. El niño vive en un mundo que no puede controlar y que además le agrede sin que pueda hacer nada para evitarlo.

Si a esto le añadimos que, en el caso de menores, estos hechos se producen en un momento crítico para el desarrollo de su identidad, las consecuencias son potencialmente devastadoras. Cuando la víctima es un niño, a todo lo anterior se añaden multitud de presiones sociales y patrones de condicionamiento que les impiden aceptar que han sido abusados.

Además, con frecuencia se crea una profunda brecha en su identidad sexual que no siempre son capaces de salvar por sí mismos. Todo esto les impide comenzar con la sanación de un trauma que se asemeja al arma afilada que va dañando más y más a medida que pasa el tiempo.



Sergio De Dios González
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