Publicado: 4 de Diciembre de 2019

Sabemos leer, pero cada vez procesamos menos lo que leemos. Leemos más, pero reflexionamos menos. Tenemos acceso a más contenidos, pero cada vez más efímeros e intrascendentes. ¿De qué nos sirve leer si lo que leemos no provoca ningún cambio sustancial en nosotros o en nuestra manera de ver el mundo?

Henry David Thoreau enaltecía el poder de la lectura, pero también advertía que para sacarle el zumo a los libros necesitamos aprender a leer. De hecho, se lamentaba de que “la mayoría de los hombres han aprendido a leer en aras de una convivencia mezquina […] pero de la lectura como ejercicio noble y espiritual poco o nada es lo que saben”. 

Para el filósofo, “una palabra escrita es la más selecta de las reliquias. Es algo a la vez más íntimo y universal para nosotros que cualquier otra obra de arte pues es, entre ellas, la más próxima a la vida misma”. Sin embargo, también creía que leer por leer, sin el necesario ejercicio intelectual que conlleva, puede ser inútil.

Los 4 consejos de Thoreau para aprovechar verdaderamente la lectura

1. Pocos libros, pero buenos

Thoreau creía que es un error pensar que necesitamos leer miles de libros. Lo importante para el filósofo era la calidad de lo que leemos, más que la cantidad. De hecho, estaba firmemente convencido de que necesitamos ser mucho más cuidadosos con el alimento que elegimos para nuestras mentes. Para Thoreau, toda palabra escrita no valía lo mismo. 

Estaba convencido de que algunos libros, en especial la literatura “novelística”, así como los diarios de noticias, pueden provocar un “embotamiento de la vista, un estancamiento de las circulaciones vitales y un desfallecimiento general con pérdida de todas las facultades mentales”. El filósofo nos alertaba de que la palabra escrita que no fomenta la reflexión y la introspección nos conduce al embotamiento intelectual.

Por eso afirmaba que más vale tener tan solo una decena de libros en casa, siempre que se trate de obras que puedan enseñarnos algo cada vez que abramos sus páginas, a tener una biblioteca inmensa que no nos aporte nada.

2. Un momento solo para la lectura

Las prisas no hacen buenas migas con la lectura. Una lectura rápida, marcada por los ruidos, las distracciones y las prisas cotidianas a menudo no deja rastro en nuestra memoria, se borra tan rápido como la consumimos sin dejar nada tras sí. Por tanto, convertir la lectura en un hábito fugaz es un error en toda regla.

Al contrario, Thoreau creía que “para leer debemos dedicar nuestras horas más despiertas” porque solo la plena conciencia puede permitirnos desarrollar la apertura mental necesaria para realizar una lectura provechosa. Debemos leer para activar nuestra mente, no para que las palabras la emboten.

“El leer bien, es decir, el leer verdaderos libros con verdadero espíritu es un noble ejercicio que impondrá mayor esfuerzo al lector de lo que las costumbres del día creen. Requiere un adiestramiento como el de los atletas, una firme resolución casi de por vida”, añadió el filósofo.

3. Conocer los clásicos

Es un error común en nuestro tiempos, y también en los de Thoreau, priorizar a los contemporáneos olvidándonos de los grandes clásicos. Sin embargo, quien lea filosofía con asiduidad se habrá dado cuenta de que muchas de las ideas de los filósofos modernos provienen de la Antigüedad. Muchas otras disciplinas, entre ellas la propia Psicología, mientras miran al futuro, también excavan en el pasado en busca de ideas valiosas.

Por eso, Thoreau no escondió su preferencia por aquellos “libros de proyección mundial, cuyas frases primeramente escritas en cortezas de árbol” y recomienda el “estudio de los clásicos” como una vía para ampliar nuestro pensamiento y aprender a dilucidar la palabra valiosa de aquella que solo representa un ruido en el sistema. 

Además, leer los clásicos demanda un ejercicio mental más arduo ya que muchas veces necesitamos ser capaces de trasladarnos a otra época y cultura para poder entender el pensamiento del autor en su contexto. “Los libros deben ser leídos con la misma intención y reserva con que fueron escritos”, nos advertía Thoreau. 

Por tanto, la clave radica en encontrar un justo equilibrio en el que los clásicos no se vean desplazados, sino que se conviertan en una base sólida que nos permita seguir descubriendo el mundo de las letras.

4. Ir más allá y aplicar lo leído

“Debemos buscar laboriosamente el significado de cada palabra, de cada línea, conjeturando mediante la sabiduría, el valor y la generosidad que poseamos, un sentido más amplio que el que permite el uso común”, escribió Thoreau. 

Un buen libro no es aquel que se lee con sencillez o que resulta reconfortante sino aquel que exige al lector reevaluar todos – o al menos algunos – de los aspectos de su vida. El buen libro es aquel que nos anima a replantearnos nuestras creencias y elecciones conduciéndonos a un autoexamen que, si bien puede ser agotador, siempre es un ejercicio de crecimiento personal.

Eso significa que quedarnos meramente con las palabras del autor es un gran error. Debemos preguntarnos: ¿Cómo se aplica lo que hemos leído a nosotros? ¿Cómo esa lectura puede ayudarnos a crecer? Se trata, en fin, de lograr que las horas dedicadas a la lectura realmente cuenten. Porque como dijera el propio Thoreau: “Lo que comienza en una lectura debe terminar en un acto”.

Jennifer Delgado Suárez 

Enlace: https://rinconpsicologia.com/consejos-thoreau-aprovechar-lectura/

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