Publicado: 14 de Abril de 2023

Cuando nos encontramos ante una dificultad importante, cuando necesitamos apoyo, cuando solos no conseguimos hallar la solución... ¿pedimos ayuda?


A menudo resulta difícil dar ese paso. Es un gesto pequeño, aparentemente sencillo, pero que implica muchas cosas. Implica reconocer que se tiene una dificultad, mostrarse necesitado ante otra persona, hablar desde los sentimientos y, sobre todo, vencer el miedo a abrirse a los demás y a dejar en sus manos la opción de ayudarnos o no.


Por qué nos cuesta pedir ayuda


Uno de los factores clave a la hora de superar una situación difícil es la disposición a pedir ayuda. Se trate de ayuda profesional o del apoyo de familiares y amigos, sentirse acompañado, escuchado y respaldado permite encarar el momento que se está viviendo con mayor fortaleza y confianza.


Mientras que, al mismo tiempo, la mirada y la opinión de otras personas pueden generar una visión de la situación diferente, renovada, que ayude a salir del atolladero.


Pero probablemente lo más importante al pedir ayuda sea el cambio de actitud que se produce en la persona. Si antes ocultaba o se defendía de sus problemas, dar este paso es una manera de asumirlos, empezando por ponerlos en palabras y compartirlos.


Por ello, el acto simple pero a la vez difícil de pedir ayuda abre una puerta a nuevas posibilidades y, como tal, tendría que ser celebrado. Saber buscar y pedir ayuda cuando se precisa es una capacidad, algo tan importante e indispensable para nuestras relaciones como saber dar.


¿Qué nos impide recurrir a los demás cuando los necesitamos? Seguramente el significado que cada persona otorga al hecho de necesitar y pedir ayuda. Muchas veces anclamos nuestro sentido de valía personal sobre una creencia falsa de autosuficiencia.


La idea de que uno tiene que valerse por sí mismo, de que no es bueno depender de los otros, que es mejor no pedir para no estar en deuda, puede hacer más difícil aceptar que en ocasiones se necesita ayuda.


Pedir ayuda no es fracasar


Algunas personas, cuando se ven en dificultades, optan por mantener una distancia amplia respecto a las demás.


Creen que las personas deben ser como islas: separadas, autosuficientes y sin apenas puentes que las unan. Los lazos, los intercambios, dar y recibir... implican un grado de compromiso que puede atemorizarlas o que no están dispuestas a aceptar.


Como no desean sentirse abrumadas por las necesidades ajenas tampoco desvelan las propias, y pedir ayuda, por lo tanto, se interpreta como sinónimo de fracaso o incapacidad.


Hay quien, en cambio, desea construir puentes... a condición de que discurran en un único sentido. Se trata de personas que saben dar pero a las que les cuesta recibir.


Algunas veces porque anteponen siempre las necesidades ajenas, otras por un exceso de perfeccionismo o necesidad de llevar el control.


Son personas que preferirán no compartir sus problemas para no angustiar, para no molestar o interferir en la vida de los demás, o porque sienten que en realidad nadie puede ayudarles o merece tal nivel de confianza.


En ambos casos pedir ayuda se entiende como algo que está bien para los demás, pero que ellos, por suerte, no necesitan.


También le será difícil pedir ayuda a quien interprete los fallos, los problemas o estar necesitado como signos de debilidad. Si la vida se ve como una lucha en la que siempre hay que demostrar ser el más seguro o el más fuerte, resulta complicado mostrarse vulnerable.


Pero quizá no sea más fuerte o más valiente quien no precise nunca ayuda, sino quien tenga el valor de pedirla cuando la precisa.


Las 5 claves para pedir ayuda


El primer paso para lograr ayuda es pedirla, pero es preciso hacerlo adecuadamente a fin de evitar malentendidos.


¿Qué necesito? Lo primero es recapacitar acerca de la situación y pensar cómo nos pueden ayudar los demás. En ocasiones sólo necesitamos que nos escuchen, otras buscamos consejos, y otras algún tipo de acción. Lo esencial es saber qué nos mueve a pedir ayuda, qué expectativas tenemos, pues de lo contrario la petición puede ser confusa y podemos acabar recibiendo cosas que en realidad no deseamos ni necesitamos.


¿Qué me frena? Implica reconocer cuándo a pesar de necesitar ayuda uno no se atreve a pedirla. Quizá cuesta confiar en los demás por experiencias anteriores, o admitir la necesidad se interpreta como debilidad, hay miedo a ser rechazado o vergüenza... Tras detectar la barrera es importante traspasarla y atreverse a pedir ayuda.


Expresar. Es importante expresar claramente lo que necesitamos, en vez de esperar que los demás adivinen nuestros deseos. Cada persona interpreta la ayuda de manera diferente: lo que para una puede ser válido para otra no. Si alguien no se expresa con claridad, la otra persona ayudará como ella crea conveniente.


Hablar desde uno mismo. Cuando la petición es sincera y uno se atreve a abrirse es más probable que las otras personas le comprendan y estén más dispuestas a ayudarle. Es importante hablar de cómo se siente uno y por qué necesita lo que está pidiendo.


Pedir no es exigir. Es esencial respetar y aceptar la decisión de la otra persona, así como escuchar sus explicaciones. Si a una negativa se responde con enojo significa que la petición era más bien una amenaza o una exigencia.


¿Necesitas ayuda psicológica?


Cuanto antes se reconozca una dificultad y se tomen medidas menos costará deshacer el círculo vicioso. Eso también implica hacerse responsable y tener un firme deseo de cambiar.


Es preferible confiar en profesionales si:


Existe una dificultad o síntomas que se prolongan sin que la persona se vea capaz de superarlos.

Aparecen dificultades serias que impiden seguir con el ritmo habitual de vida o de trabajo.

Hay sentimientos muy intensos y caóticos de rabia, tristeza, culpa, miedo... que cuesta aclarar.

Existe abuso de sustancias o de conductas (comer, adelgazar, comprar, trabajar en exceso... )

Aparecen pensamientos de suicidio.

La persona desea cambiar aspectos de su vida.

Apuro y vergüenza al pedir ayuda


Las dificultades con las que topamos a lo largo de la vida pueden favorecer que nos alejemos de los demás o, por el contrario, que nos ayuden a acercarnos.


Si al necesitar ayuda uno no se atreve a pedirla debe ser consciente de que, de alguna manera, está siendo deshonesto consigo mismo, pero también con quienes le rodean.


En primer lugar porque no está escuchando una necesidad importante, y en segundo lugar porque desestima una valiosa herramienta para poder recuperarse: la comunicación y el entendimiento franco con los demás.


Sin embargo, a veces hace falta tiempo y mucho valor para llegar a expresar una dificultad y pedir ayuda. El primer paso es reconocer, ante uno mismo y ante los demás, que existe tal dificultad.


Una de las mayores barreras que se han de sortear para pedir ayuda es el orgullo. El orgullo nos dice que merecemos recibir, pero que son los demás los que tendrían que advertir lo que necesitamos.


Nos insta, por lo tanto, a saltarnos el trago amargo del reconocimiento para seguir paseando con altivez y respondiendo con enojo cuando no se recibe lo que uno espera.


Otra barrera es la vergüenza, que induce a replegarse y esconder esos aspectos oscuros y desagradables, todo aquello de lo que no estamos orgullosos, lo que desvela nuestras carencias y debilidades...


En ocasiones junto con la vergüenza aparece el terrible temor a ser rechazado, con la fantasía de que sacar a la luz estos puntos oscuros provoque tal reacción de desagrado en los demás que opten por dejarnos de lado.


Preferir cargar uno mismo con todo el peso de la situación antes que compartirlo es otra posible traba. La finalidad puede ser proteger a otras personas, ahorrarles preocupación, dolor...


Pero el sufrimiento mantenido en secreto no sólo corre más riesgo de estancarse y agravarse, sino que también obstaculiza la relación con los demás, quienes a su vez igualmente se sentirán inquietos pero con menos posibilidades de conversar directamente sobre él y encontrar formas de sentirse útiles.


Hora de pedir ayuda: cómo hacerlo de manera genuina


Cuando alguien expresa: "solo no puedo, necesito ayuda", algo muy profundo cambia en su manera de afrontar lo que le sucede.


Seguramente no será un momento agradable, acaso sentirá que ha tocado fondo o que necesita apoyarse en algo o en alguien, pero precisamente estas circunstancias duras, difíciles, en que la persona percibe sus limitaciones, permiten que surja la grandeza de la humildad.


Sólo cuando alguien acepta que se siente abrumado, perdido, atemorizado ... cuando reconoce que necesita ayuda, se produce esa especie de rendición, en la que puede abrir enteramente su corazón y tener una actitud auténticamente receptiva.


Si no se da este abandono (el cese de la lucha entre lo que es y lo que le gustaría que fuera), no aparece la sinceridad completa, aquella que permite conectar con lo que sucede en nuestro interior y con las otras personas.


Cualquier dolor, cualquier problema que se mantiene oculto se convierte en una carga mucho más pesada. Compartirlo, aunque tan sólo sea hablando, sin apenas obtener respuestas ni consejos, aligera el peso. Por ello el paso de reconocer y expresar es tan importante.


Así como las heridas deben ser destapadas y limpiadas a fondo para que sanen, dejar salir y mostrar aquello que avergüenza o produce temor ayuda a que se elabore y a que, finalmente, se supere.


Pedir ayuda significa, entre otras cosas, tener compasión por uno mismo, algo tan primordial como comprender que a veces no se puede con todo y ser capaz de perdonarse.


¿Cuántas veces somos mucho más implacables con nosotros que con los demás? Tomar, aceptar la ayuda, aparte de acercarnos a las otras personas, permite reconciliarse con uno mismo, ya que es una manera de cuidarse y respetarse ante necesidades importantes. ¿Habrá mejor aprendizaje que este para ser compasivo con los demás?


Saber pedir ayuda, recibirla y ofrecerla


Pedir nos conecta con una sensación de impotencia, pero la ayuda sana es aquella que nos permite volver a sentirnos capaces. Recibir y dar son dos experiencias que se complementan y una de las mayores satisfacciones que reporta la vida: el intercambio humano.


Ambas posiciones, la de dador y la de receptor, son agradables y positivas para nuestra estima, ya que de distintas maneras nos hacen sentir importantes para los demás, pero siempre y cuando se mantengan en cierto equilibrio.


Una ayuda ilimitada no resulta beneficiosa, pues quien la recibe no tiene oportunidad de experimentar el otro ángulo, el de dar, y crece su sensación de incapacidad.


También existe el riesgo de acomodarse en esta posición y convertirse en un eterno pedigüeño, al observar que pedir ayuda tiene agradables consecuencias, como descargarse de responsabilidades y recibir atención.


Para no caer en estos extremos lo idóneo es alternar ambos papeles en cada una de nuestras relaciones. Hay momentos para ofrecer y entregar, y otros en los que es necesario pedir y aceptar lo que recibimos de vuelta.


Aprender a estar en los dos lugares es esencial para mantener relaciones equilibradas que enriquezcan a ambas partes.


Aunque a veces se diga que la ayuda cae del cielo, lo cierto es que la ayuda, sobre todo, se gana. Recibirá especialmente apoyo quien tenga una actitud entregada hacia los demás y quien se atreva a abrirse y manifestar sus necesidades de manera clara.


Pedir ayuda implica casi siempre lanzar un deseo. En momentos en que se viven circunstancias confusas o difíciles, tener el deseo de superar la situación y expresarlo es importante. Encomendarse a otras personas o incluso a fuerzas mayores, como puede ser la fe en cualquier creencia, puede ayudar a encontrar la fortaleza que uno siente que le falta.


En el día a día existen muchas ocasiones para pedir y dar ayuda. Abrirse a estas oportunidades es una manera de utilizar el camino del encuentro, el que nos permite crecer a través de los demás.


En ocasiones, cuando se produce una relación de ayuda fluida y sincera cuesta dilucidar quién da y quién recibe. Seguramente ambos ganan, porque es hermoso sentir que otra persona deposita su confianza en ti, y también es hermoso merecer el cuidado y la atención acogedora de los demás.


Posiblemente uno de los fines más elevados de los seres humanos sea ofrecerse ayuda mutuamente.


Claudina Navarro Walter

Enlace: https://www.cuerpomente.com/psicologia/necesito-ayuda-claves-pedir-ayuda-dificultades_11111

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