Publicado: 18 de Febrero de 2020

Ningún padre se propone educar a un niño malcriado. Sin embargo, los bebés no vienen con un manual de instrucciones bajo el brazo, por lo que a menudo es necesario recurrir a nuestro instinto – lo cual no es siempre garantía de éxito.

No cabe duda de que la crianza es una de las tareas más complejas y desafiantes a la que nos enfrentamos a lo largo de la vida, por lo que es normal cometer errores que terminen reflejándose en el comportamiento infantil.

La buena noticia es que podemos rectificar esos fallos. Nunca es demasiado tarde para detectar qué estamos haciendo mal y reencauzar nuestras pautas educativas porque una educación demasiado protectora o permisiva puede tener consecuencias terribles, no solo para el desarrollo del niño sino también para la dinámica familiar.

Los padres deben tener presente que un niño malcriado no es un niño feliz, y su familia tampoco lo es. Por eso es fundamental aprender a detectar las primeras señales de peligro y ponerles coto lo antes posible.

¿Qué es un niño malcriado?

El niño malcriado no nace, se hace. Eso significa que es el resultado de un estilo de crianza demasiado permisivo. Un niño no se malcría por recibir amor, abrazos, mimos y cariño. Se malcría por la ausencia de límites y normas.

De hecho, aunque la etiqueta “malcriado” se le adjudica al niño, en realidad es tan solo el reflejo de una educación inadecuada en la que todos se pliegan a sus deseos. El niño malcriado es, por tanto, un pequeño que muestra una actitud prepotente, demandante y egocéntrica que le impide relacionarse de manera asertiva con los demás, lo cual termina afectando su desarrollo.

10 Comportamientos de los niños malcriados

  1. Las rabietas se convierten en pan cotidiano. Las rabietas son comunes cuando los niños son pequeños y pueden considerarse normales hasta los 3 o 4 años pues son, esencialmente, una válvula de escape para que el niño exprese su frustración. Cuando el niño es pequeño le resulta difícil explicar en palabras lo que siente, de manera que lo expresa a través de su cuerpo. Además, su nivel de autocontrol aún es muy escaso como para poder contener sus impulsos. Sin embargo, a medida que crece aumenta su control y su capacidad de expresión, por lo que las rabietas no tienen cabida. Por consiguiente, las rabietas en la edad escolar suelen indicar a un niño maleducado y mimado en exceso.
  2. Nunca se siente satisfecho. Si un niño está acostumbrado a recibir todo lo que quiere y no ha escuchado un “no” en su vida, crecerá creyendo que es el centro del universo, que todos viven – y se desviven – para servirle. Como resultado, es probable que no se conforme con lo que tiene y exija cada vez más. Estos niños, por ejemplo, se sentirán contentos con un juguete nuevo durante un plazo de tiempo muy corto, se aburrirá rápidamente y exigirá que le compren otros. También es probable que pida un plato especial para la cena, pero después se niegue a comerlo.
  3. Intenta controlar a los adultos. Los niños son excelentes manipuladores, aunque la mayoría de los adultos no suele darse cuenta de ello. No obstante, el niño malcriado va un paso más allá e intenta controlar el comportamiento de sus padres y guiar sus decisiones. Esto se debe a que no establece una diferencia entre los adultos y sus coetáneos. Un niño mimado creerá que es el ombligo del mundo y que todos deben plegarse a sus deseos ya que sufre el Síndrome del Emperador. Para lograr su cometido, es probable que recurra a todo tipo de estratagemas, desde las rabietas hasta fingirse enfermo o incluso la confrontación directa.
  4. No sigue las órdenes de los adultos. Los niños no son pequeños soldados ni los padres generales de infantería. Sin embargo, los pequeños necesitan ciertas reglas, que no solo los mantendrán a salvo de los peligros, sino que también les harán sentirse más seguros y tranquilos. En teoría, los padres no tienen que rogarle al niño para que cumpla una orden sensata y tampoco tienen que sobornarlo para que lo haga. El niño debe comprender y aceptar que los padres tienen autoridad y deben obedecer cuando les piden algo.
  5. No ayuda en casa. Cuando los niños son pequeños, son muy egocéntricos, creen que el mundo gira a su alrededor. Sin embargo, a partir de los 3 o 4 años el niño abandona esa actitud, se comienza a interesar por los sentimientos de los demás y se muestra más cooperativo. En este momento los padres deben irle dando diferentes responsabilidades, como recoger sus juguetes o guardar sus zapatos. No obstante, una de las características más distintivas del niño malcriado es que parece no importarle el trabajo que hagan sus padres, él no está dispuesto a ayudar y a menudo ignora tus peticiones.
  6. Te avergüenza a propósito en público. Cuando el niño comprende que algunos de sus comportamientos te avergüenzan, los aprovecha para manipularte y llamar la atención en público. Por eso, es frecuente que sus rabietas tengan lugar en sitios públicos o que desvele cosas que te hagan sentir incómoda, incluso si le has advertido que no debe decirlas.
  7. No es empático. Los niños, cuando son pequeños, suelen tener una perspectiva egocéntrica, la cual se va desdibujando a medida que pasan los años. Sin embargo, incluso los niños más pequeños son capaces de mostrar cierta empatía, como abrazar a los padres cuando perciben que están tristes o ayudar a un hermano pequeño. Los niños malcriados, al contrario, no suelen ser empáticos. Les cuesta mucho ponerse en el lugar de los demás, sintonizar con las emociones ajenas y entender sus puntos de vista. Como resultado, tampoco suelen ser generosos.
  8. No comparte sus cosas. Hasta los 4 años la mayoría de los niños no tienen un interés especial por los otros pequeños, juegan en paralelo. Sin embargo, a partir de esta edad comienzan a jugar juntos y comparten sus juguetes. Es normal que el pequeño no quiera compartir algunos juguetes, los que considera especiales y a los cuales está más apegado, pero esta no puede ser la norma. El niño malcriado no solo se muestra reticente a compartir sus juguetes y propiedades, sino que incluso exige que los demás compartan con él. Asume un comportamiento profundamente egoísta.
  9. No se relaciona bien con otros niños o adultos. Una de las señales más evidentes de que el niño es malcriado son los problemas en sus relaciones interpersonales. Estos niños, al ser demasiado egocéntricos, suelen tener conflictos con sus coetáneos, por lo que es probable que siempre estén envueltos en peleas o que los otros niños terminen evitándolo. Lo mismo sucede con los adultos. Cuando estos se percatan de que el niño se comporta mal, suelen preferir evitar las visitas a casa.
  10. No siguen las normas de cortesía, sino que exigen un trato especial.Los niños malcriados no suelen seguir las normas de la buena educación. No dicen “gracias” ya que piensan que tienen derecho a todo ni tampoco piden las cosas con un “por favor”. Eso significa que no muestran un gran aprecio por la ayuda que reciben de los demás, lo cual, a la larga, se convertirá en un obstáculo para su vida social. También es común que exijan un trato especial y se enfaden cuando no se lo dan ya que no suelen tolerar bien los sentimientos negativos como la frustración.

¿Cuáles son las consecuencias de un niño malcriado?

Un niño malcriado no es feliz. Y su familia tampoco. Cuando un niño recibe todo lo que quiere y crece sin límites, no podrá desarrollar habilidades importantes en la vida como la tolerancia a la frustración o la resiliencia. Como resultado, tampoco sabrán lidiar con esas emociones cuando aparezcan, lo cual aumenta las probabilidades de sufrir trastornos emocionales como la depresión a una edad temprana.

Estos niños tampoco sabrán retrasar las gratificaciones y tendrán un escaso autocontrol, dos habilidades que se han demostrado esenciales para tener éxito en la vida. A su vez, tendrán una escasa Inteligencia Emocional, de manera que es más probable que tengan que enfrentar numerosos conflictos interpersonales, tanto en el área personal como profesional, cuando crezcan.

La familia también se resiente. Lidiar con un niño malcriado es cada vez más complicado porque sus exigencias van en aumento, mientras que sus obligaciones disminuyen, de manera que los padres terminan convirtiéndose en súbditos de un tirano que ordena y dispone a su antojo. En este escenario, el equilibrio de la familia se rompe, hasta el punto que deja de ser una fuente desarrolladora para sus miembros y se convierte en una familia disfuncional.

¿Qué hacer con un niño malcriado? Primero hay que entenderlo 

Para lidiar con un niño malcriado es importante comprender que este comportamiento egocéntrico e inmaduro suele ser el resultado de la incapacidad de los padres y adultos en sentido general para imponer límites consistentes y apropiados para la edad.

Los comportamientos que preocupan a los padres de hijos malcriados no suelen deberse a problemas psicológicos sino que son una reacción “normal” aunque desadaptativa ante determinadas situaciones. En otras palabras: el niño malcriado no ha aprendido a reaccionar adecuadamente ante las situaciones que le desbordan o no ha adquirido las normas de comportamiento correctas.

Un estudio muy interesante desarrollado en la Universidad de Miami reveló que el comportamiento de los niños preescolares franceses y estadounidenses difiere. Cuando juegan, los niños franceses se muestran agresivos con sus coetáneos solo el 1% del tiempo pero los niños estadounidenses, por el contrario, fueron agresivos el 29% del tiempo. Los psicólogos están convencidos de que esas diferencias se deben a prácticas de crianza distintas.

Las investigaciones han demostrado consistentemente que el comportamiento problemático de los niños suele ser el resultado de una atención adulta inadecuada. En un estudio realizado hace varios años en la Universidad de Washington se analizó los efectos de la atención sobre un niño malcriado que solía responder con llantos y rabietas. Cada vez que ese niño lloraba, un adulto acudía a ofrecerle consuelo.

Los psicólogos pidieron a los adultos que, si el niño se encontraba bien y no corría ningún peligro, no acudieran inmediatamente cuando tuviera una rabieta o llorara. Al cabo de cinco días, el pequeño pasó de tener una media de 7 episodios de rabietas y llantos al día a casi cero. Curiosamente, cuando los adultos volvían a prestar atención a sus comportamientos desadaptativos, las rabietas y el llanto se agravaron.

Ese mismo patrón se ha observado en niños en edad escolar. En otros experimentos en las aulas de escuelas primarias, los psicólogos notaron que algunos estudiantes abandonaban sus asientos repetidamente sin una buena razón. Lo usual era que el maestro interrumpiera la lección para reprenderlos. Sin embargo, esos esfuerzos a menudo aumentaban la frecuencia de la deambulación. Cuando el maestro ignoraba a los niños que vagabundeaban y prestaban atención a aquellos que estaban concentrados en la clase, la frecuencia de la conducta problemática solía disminuir drásticamente.

Por desgracia, la mayoría de los padres y profesores son más propensos a prestar atención a los comportamientos molestos que a las conductas deseables de los niños. Se estima que los adultos generalmente ignoran el 90% o más de las cosas buenas que hacen los niños. En cambio, prestan más atención a los niños cuando se comportan mal.

¿Cómo corregir a los niños malcriados?

  1. Identifica los comportamientos a cambiar. Puede parecer una verdad de Perogrullo, pero no lo es. Muchos padres cometen el error de generalizar tanto que terminan echando en el mismo saco todos los comportamientos infantiles. Al colocar la etiqueta de “hijo malcriado” lo que haces es reforzar los comportamientos problemáticos. Por eso, el primer paso para corregir a un niño malcriado consiste en identificar los comportamientos a cambiar y, sobre todo, los comportamientos positivos a reforzar.
  2. Deja de excusarle. No minimices el mal comportamiento de tu hijo. No justifiques sus rabietas diciendo “es cosa de niños” ya que ello le alentará a mantener ese patrón de comportamiento. Tampoco es conveniente que pidas disculpas en su lugar cuando comete algún error. Debe aprender a responsabilizarse por su comportamiento y asumir las consecuencias por lo que, en vez de excusarte en su lugar, anímalo a pedir disculpas. Asumir los errores es el primer paso para madurar y abandonar la postura egocéntrica.
  3. Establece reglas consistentes. Para que un niño malcriado deje atrás sus malos hábitos y construya otros nuevos y más adaptativos, debes indicarle el camino estableciendo una serie de normas. Debes aplicar esas reglas sin importar dónde ha tenido lugar el acto de falta de respeto. Lo más importante es ser consistente porque si el niño nota que unas veces aplicas las normas y otras no, se sentirá confuso y le resultará más fácil seguir comportándose mal que esforzarse por desarrollar una buena conducta.
  4. Especifica. No reprendas al niño, reprende el comportamiento. No digas frases como “eres un hijo malcriado”. Especifica lo que no te ha gustado y cómo debería haberse comportado. Puedes decirle, “en esta casa no se alza la voz”, de manera que no solo indiques el mal comportamiento, sino que también le hagas notar lo que esperas de él.
  5. Permite que los otros adultos lo regañen. En el pasado, era normal que los maestros y adultos regañaran a los niños cuando hacían algo mal. Ahora muchos padres lo desaprueban y exigen ser ellos quienes regañen al niño. Sin embargo, no hay nada malo en que otros adultos corrijan los malos comportamientos, siempre que lo hagan de manera adecuada y dentro de límites razonables. Eso le motivará a comportarse de manera más respetuosa en todos los contextos.
  6. Deja que afronte sus propios problemas. Muchas veces, un niño malcriado es un niño mimado y sobreprotegido. Los padres generalmente quieren evitarles problemas a sus hijos, pero convertirse en unos padres helicóptero no les hará bien, al contrario, les arrebatará oportunidades para poner a prueba sus habilidades y madurar. Por tanto, siempre que sea posible, deja que tu hijo resuelva los problemas por sí solo. Dale pequeñas ayudas, si las necesita, pero no resuelvas todo en su lugar.
  7. No interactúes cuando está enfadado. Nunca debes tolerar las respuestas groseras, pero no tiene mucho sentido intentar razonar con el niño cuando está demasiado enfadado. Explícale que solo le responderás cuando sea capaz de comunicarse de manera adecuada. En muchos casos, los comportamientos malcriados son una demanda de atención, por lo que dejar de prestarle atención a tu hijo cuando se enfada puede hacer que ese comportamiento se extinga pues comprenderá que no es una estrategia válida para lograr sus deseos.
  8. No permitas ningún tipo de chantaje emocional. Muchos padres, con tal de evitar las rabietas o el enfado de los niños, sobre todo cuando están en público, terminan cediendo a sus caprichos. Así solo logran reforzar el comportamiento negativo ya que el niño lo asumirá como una estrategia eficaz para lograr lo que desea. En su lugar, debes hacerle comprender que solo a través de la razón y la asertividad podrá lograr lo que quiere.
  9. Refuerza los buenos comportamientos. La mayoría de los padres cometen el error de castigar únicamente los malos comportamientos, olvidándose de brindar un modelo positivo a seguir. Por tanto, no olvides apreciar los buenos comportamientos del niño, hazle saber que comprendes y valoras el esfuerzo que está haciendo para cambiar.
  10. Disciplina con amor, controlando tus reacciones. No disciplines por vergüenza o enojo. Es posible disciplinar con firmeza pero desde el amor. No es conveniente que hagas sentir a tu hijo avergonzado ni que pierdas la calma. Recuerda que eres su modelo a seguir y, si le estás pidiendo que sea capaz de controlar sus emociones, debes demostrar que sabes gestionar las tuyas. Jamás condiciones el amor. Tu hijo debe saber que le amas.

Jennifer Delgado Suárez 
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