Publicado: 11 de Septiembre de 2019

“Nunca tengas una batalla de ingenio con una persona desarmada”, aconsejaba Mark Twain, un escritor que ha pasado a la historia por la inteligente ironía que vertió en sus obras y un carácter indómito que se aproximaba más al del “asilvestrado” Huck que al “civilizado” Tom. Su consejo nos ahorrará muchos, muchísimos dolores de cabeza en la vida: no hay que discutir con quien no tiene herramientas para entender.

Para debatir hay que tener voluntad de entendimiento

La discusión, entendida como un debate constructivo en el que se intercambian diferentes ideas, puede ser extremadamente positiva, aunque llegue a ser acalorada. Cuando nos exponemos a ideas diferentes podemos reflexionar e incluso expandir nuestro horizonte intelectual. Es en las diferencias donde se construye, no en la igualdad. 

Por muy diferentes y opuestas que sean esas ideas, si existe voluntad de entendimiento, el debate será fructífero. Eso no significa que una de las partes tenga que convencer a la otra y que se llegue a un argumento “ganador”. A veces es suficiente con cambiar algunas ideas para fomentar el entendimiento imprescindible. El propio Mark Twain decía: “Nadie se desembaraza de un hábito tirándolo de una vez por la ventana; hay que sacarlo por la escalera, peldaño a peldaño”.

Sin embargo, para que una discusión sea realmente enriquecedora es necesario que ambas partes estén dispuestas a escuchar a otro en un clima de respeto y tolerancia, que exista la voluntad de diálogo. Si no se dan esos supuestos, la discusión será inútil. Por tanto, la regla de oro es: jamás discutas con un necio.

Personas desarmadas intelectualmente

Una persona desarmada intelectualmente no es aquella que no conoce un argumento sino la que no está dispuesta a conocerlo porque padece una profunda ignorancia motivada. O sea, decide no comprender, no saber, no profundizar, no escuchar… 

Esta persona es víctima del sesgo de confirmación; o sea, no quiere escuchar más opinión que la suya y hace oídos sordos a todo aquello que no coincida con su visión del mundo. Solo presta atención a la información que confirma sus opiniones, pasando olímpicamente del resto, por muy razonable, bien argumentado o verídico que sea. 

Con una persona así, es mejor no discutir porque las probabilidades de llegar a un entendimiento son bajas tendiendo a cero, y las probabilidades de que nos enfademos son altas tendiendo al infinito. Comenzar – y continuar – una discusión con estas personas solo nos drenará psicológicamente, sin poder llegar a buen puerto. Antístenes, el fundador del cinismo, decía: «Para hacer desistir a quien contradice, no es necesario contradecirlo a su vez; es menester instruirlo, porque no se remedia a un loco montando en furor como él«. 

¿Somos cada vez menos razonables?

Personas que se amurallan detrás de sus argumentos y que no quieren escuchar siempre han existido – y seguirán existiendo. No obstante, estamos viviendo en una era peculiar en la que “las redes sociales le dan el derecho de hablar a legiones de idiotas que primero hablaban sólo en el bar después de beber un vaso de vino, sin dañar a la comunidad. Los silenciaban rápidamente pero ahora tienen el mismo derecho a hablar que un Premio Nobel. Es la invasión de los necios”, dijo Umberto Eco.

Estamos viviendo en la sociedad de la opinión, una sociedad en la que el poder del referente se ha hecho añicos dejando paso a que cada quien opine – con más o menos conocimiento de causa, con más o menos preparación y con más o menos sentido común. 

Por supuesto, el problema no es la caída de los referentes ya que cuestionar lo establecido puede dar pie a nuevos caminos y descubrimientos. Solo si asumimos una actitud crítica con lo establecido podemos seguir desarrollándonos. El problema es cuando se cuestiona sin argumentos. Cuando las opiniones se vuelven ataques porque no hay razones sólidas que las sustenten. Cuando no existe una voluntad de construir sino tan solo de destruir para imponer un ego que necesita desesperadamente la validación de las hordas que “piensan” igual.

Todos tenemos una opinión, pero necesitamos ser conscientes de que es solo eso, una opinión. Y que de vez en cuando, escuchar otras opiniones, podría permitirnos enriquecer nuestro bagaje intelectual. Porque si nos encontramos con una persona verdaderamente sabia, una persona que no va a discutir con quien no sabe escuchar ni establecer puntos de referencia comunes, habremos desperdiciado una oportunidad para aprender. Y cada oportunidad perdida es un paso más hacia la oscuridad intelectual. Quedáis avisados.

Jennifer Delgado Suárez 

Enlace: https://rinconpsicologia.com/no-discutas-con-un-necio/

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