Publicado: 1 de Octubre de 2019

Dicen que quien ayuda debe tener la memoria corta, pero quien recibe debe asegurarse de tener una memoria larga. Ayudar, dar y facilitar son verbos que se conjugan con agradecimiento. No cabe duda de que ayudar es un acto que nos hace sentir bien, en sí mismo. Pero tampoco cabe duda de que recibir agradecimiento por el esfuerzo, la atención o el tiempo brindados es muy reconfortante. Porque a fuerza de ayudar, sin recibir nada a cambio, el corazón también se agota.

Sin embargo, algunas personas no comparten esta perspectiva. Se trata de personas que podríamos calificar como ingratas porque no reconocen ni valoran lo que los demás hacen por ellas. Esas personas no solo no agradecen la ayuda recibida, sino que luego vuelven a pedir otro favor. Y así una y otra vez. Hasta que se convierte en la norma y obligación. Y el día que decidimos parar, porque tenemos la ligera sospecha de que nos están utilizando/manipulando, nos echa en cara nuestra poca empatía, haciéndonos sentir culpables por no volver a ayudarles. ¿Qué se esconde realmente tras el comportamiento de las personas ingratas? 

La gratitud no es solo un sentimiento, también es una habilidad y una manera de ver el mundo

Durante mucho tiempo se pensó que la gratitud era únicamente un sentimiento que experimentamos cuando somos objeto de acciones beneficiosas por parte de los demás. Si alguien nos da una mano cuando más lo necesitamos, nos hace un regalo o nos dedica parte de su tiempo, se debería activar automáticamente un sentimiento de gratitud. 

Sin embargo, la gratitud no es solo una emoción, también tiene un componente cognitivo. Para que podamos sentirnos agradecidos primero debemos ser capaces de apreciar. Apreciar el gesto que han tenido para con nosotros, apreciar sus efectos positivos y apreciar el esfuerzo o la intención del otro. Y la apreciación es una habilidad que las personas ingratas no han desarrollado.

De hecho, psicólogos del Hope College de Michigan creen que las personas ingratas simplemente carecen de la habilidad de sentirse agradecidas. Afirman que la gratitud “es una experiencia de abundancia, con la conciencia de que uno es el receptor de un buen regalo del donante”, lo cual implica apreciar el acto en sí mismo. También explican que “la gratitud versa sobre los donantes, regalos, destinatarios y las actitudes de los donantes y destinatarios entre sí. Es una emoción profundamente social”. 

Psicólogos de la Universidad de Manchester han ido un paso más allá al sugerir que la gratitud no solo es una habilidad, sino que se experimenta a nivel disposicional. Afirman que se trata de una actitud ante la vida que implica ser capaces de notar y apreciar lo positivo que existe en el mundo. Por tanto, las personas ingratas estarían programadas para ver los favores, la ayuda y/o los regalos como si no fueran lo suficientemente buenos o no estuvieran a su altura, de manera que no pueden experimentar gratitud.

Todo esto nos indica que es probable que la ingratitud se geste durante los primeros años de vida. Si los padres no enseñaron a sus hijos a valorar y apreciar lo que los demás hacían por ellos, es probable que los niños terminen desarrollando lo que se conoce como Síndrome del Emperador. Como resultado, arrastrarán esa visión egocéntrica del mundo a la adultez y asumirán que los demás están obligados a satisfacer sus necesidades y deseos. Esa forma de comprender el mundo les impedirá experimentar gratitud.

Los 5 riesgos que corren las personas ingratas

La ingratitud no es una buena compañera de viaje. Es cierto que quien ayuda puede sentirse desilusionado si no percibe agradecimiento en el otro, pero quien no siente gratitud se lleva la peor parte.

1. Infelicidad crónica. “La infelicidad es una enfermedad contagiosa causada por una deficiencia crónica de gratitud”, escribió Mokokoma Mokhonoana y la ciencia lo confirma: la capacidad para experimentar gratitud se ha vinculado con elevados niveles de felicidad. De hecho, el estudio realizado en el Hope College de Michigan comprobó que la gratitud es un excelente predictor del nivel de felicidad, el bienestar y la satisfacción en la vida. 

La ingratitud, al contrario, nos condenaría a un bucle de infelicidad crónica. Dado que el agradecimiento no se experimenta solo hacia las personas que nos brindan su ayuda sino también ante la vida, las personas ingratas estarían condenadas a un bucle de insatisfacción. Al no ser capaces de apreciar la vida como un regalo extraordinario, es más probable que se sientan permanentemente insatisfechas y descontentas. 

2. Atadas al trauma. No hay mejor herramienta que la gratitud para lidiar con las situaciones adversas y los traumas psicológicos. Varios estudios han demostrado que podemos sentirnos agradecidos en diferentes condiciones, incluso en las difíciles. De hecho, las personas que logran recuperarse de un trauma con mayor rapidez son aquellas que aprenden a centrarse en las cosas positivas de su vida, sintiéndose agradecidas por ellas, en vez de enfocarse en lo que han perdido o no tienen. 

La reevaluación centrada en los beneficios implica un enfoque más positivo que activa emociones beneficiosas y provoca reacciones neurofisiológicas positivas. La gratitud nos ayuda a desconectarnos de las emociones tóxicas y los pensamientos rumiativos, permitiéndonos enfocarnos en lo positivo. O como dijera Sonja Lyubomirsky “la gratitud es un antídoto para las emociones negativas, un neutralizador de la envidia, la hostilidad, la preocupación y la irritación”. 

3. Más problemas psicológicos. A la larga, la ingratitud genera un estado psicológico malsano caracterizado por ciclos de expectativas irreales y frustraciones en los que la persona es incapaz de apreciar en su justa medida lo positivo que le ha ocurrido.

Por eso no es extraño que un estudio realizado en la Virginia Commonwealth University revelara que las personas ingratas tienen un riesgo mayor de padecer trastornos psicológicos como la depresión mayor, el trastorno de ansiedad generalizada, diferentes tipos de fobias, bulimia nerviosa, así como de caer en comportamientos adictivos, ya sea a la nicotina, el alcohol y las drogas. 

4. Condenadas a la desesperanza. Uno de los mayores peligros a los que se enfrentan las personas ingratas es que su vida se convierte en una profecía autocumplida. La ingratitud hace que los demás renuncien a ser amables con ellos, por lo que las personas ingratas terminan atrapadas en la trampa que han tendido. Cuando dejan de recibir ayuda, pensarán que el mundo es un sitio hostil donde no existe la bondad, sin darse cuenta de que han sido sus actitudes las que han alejado a los demás, dejándoles solos.

Una investigación realizada en la Universidad de Manchester mostró que las personas ingratas son más dependientes y menos autónomas que quienes experimentan gratitud, lo cual significa que, en el fondo, tienen una gran necesidad de los demás. Estas personas también tienen problemas de autoaceptación y a menudo les falta un propósito en la vida.

5. Peor salud. La ingratitud no solo condena a la persona a la amargura, sino que también puede pasarle factura a su salud física. Se ha comprobado que la gratitud disminuye el nivel de estrés, la ansiedad y las preocupaciones, por lo que no es extraño que un estudio realizado en la Universidad de Michigan haya descubierto que las personas ingratas suelen reportar niveles más elevados de estrés y un mayor número de síntomas físicos.

La gratitud también mejora considerablemente la calidad del sueño. No solo nos permite dormirnos más rápido sino que nos asegura un sueño más profundo y reparador. ¿Por qué? La gratitud inhibe los pensamientos automáticos negativos que nos impiden conciliar el sueño cuando ponemos la cabeza en la almohada. 

La buena noticia es que la gratitud se puede desarrollar. Una persona ingrata no está condenada al desgradecimiento de por vida. El secreto es muy simple: no des nada por sentado. Comienza a pensar en tu vida como en un maravilloso regalo. Al fin y al cabo, como escribió el novelista Thornton Wilder “solo podemos decir que estamos vivos en esos momentos en que nuestros corazones son conscientes de nuestros tesoros”.

Jennifer Delgado Suárez 

Enlace: https://rinconpsicologia.com/personas-ingratas/

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