Publicado: 7 de Enero de 2022

La infancia es una etapa feliz. O al menos eso creemos. Pero lo cierto es que los niños también tienen problemas, conflictos, miedos e inseguridades que muchas veces los adultos subestiman o incluso ignoran por considerar que no son importantes.


Un estudio realizado en la Universidad de California reveló que los padres suelen tener una visión poco realista y excesivamente optimista de la vida emocional de sus hijos. Estos investigadores comprobaron que los padres de niños de 4 a 11 años solían subestimar las preocupaciones y la ansiedad infantil, exagerando el optimismo de sus hijos. “El desajuste entre las percepciones de los padres y los niños genera una señal de alerta”, concluyeron los investigadores.


Y no es para menos. El problema es que a veces esa desconexión tiene un precio muy elevado.


El año pasado, por ejemplo, se suicidaron 14 niños menores de 15 años en España. Los trastornos de ansiedad y depresión en los niños también se han disparado, demostrando que los más pequeños no son inmunes a la situación de incertidumbre y tensión en la que nos hemos sumido desde que comenzó la pandemia. En este contexto, la Psicología Infantil y Adolescente cobra protagonismo ya que permite monitorizar, diagnosticar y tratar los problemas infantiles antes de que empeoren demasiado.


Los primeros años de la vida nos marcan – para bien o para mal


“Dadme una docena de niños sanos y bien formados y mi mundo específico para criarlos, y yo me comprometo a tomar cualquiera de ellos al azar y entrenarlo para que llegue a ser cualquier tipo de especialista: médico, abogado, artista, comerciante e incluso mendigo o ladrón”, escribió el psicólogo conductista J.B. Watson en 1930.


Aunque sus palabras suenan categóricas, lo cierto es que grandes psicólogos con enfoques muy diferentes, como Freud, Piaget o Vigostky, coincidían con Watson: los primeros años son esenciales para la formación de la personalidad y a menudo marcan nuestra vida para siempre. Si durante esos años los niños sufren situaciones de acoso escolar, se exponen a eventos traumáticos o desarrollan algún trastorno psicológico, como el TDAH, la depresión o ansiedad infantil, las etiquetas que les coloquemos podrían acompañarlos durante toda la vida e incluso convertirse en un límite que les impide desarrollar sus potencialidades.


De hecho, los principales problemas que deben enfrentar los niños y adolescentes que sufren trastornos mentales suelen ser el estigma, la exclusión social, el maltrato y la estereotipación. A menudo no solo tienen que afrontar los retos que plantea la enfermedad mental sino lidiar con la incomprensión y el desconocimiento de quienes les rodean.


Crecer en ese contexto puede terminar generando más limitaciones emocionales que el propio trastorno psicológico. Por eso es fundamental comenzar a celebrar las diferencias, en vez de sentirnos amenazados o asustados por ellas. Es fundamental prestar más atención a los problemas infantiles. Escuchar a los niños. Observarlos. Hacerles saber que, pase lo que pase, pueden contar con nosotros. Que pase lo que pase, les seguiremos amando. Pero también es fundamental buscar ayuda. Porque muchas veces el amor y las buenas intenciones no bastan para solucionar ciertos problemas de salud mental.


La psicoeducación familiar facilita la aceptación y el cambio


La psicoeducación es una herramienta muy valiosa para ayudar a los niños y adolescentes, así como a su familia, a comprender la naturaleza del problema psicológico. Proporciona las herramientas para que los niños y sus padres puedan gestionar mejor las situaciones de la vida cotidiana, promoviendo la autonomía, el empoderamiento, la integración social y el equilibrio familiar.


De hecho, un estudio desarrollado en la Universidad de Barcelona comprobó que las intervenciones psicoeducativas son particularmente eficaces durante las primeras etapas de la enfermedad mental, cuando los síntomas todavía son leves. En esos casos, la tasa de remisión es mayor y mejora la calidad de vida.


Un metaanálisis realizado en la Universidad de Tianjin también concluyó que “la psicoeducación breve reduce las recaídas a medio plazo y promueve el cumplimiento de la medicación a corto plazo”. Por tanto, apenas 10 sesiones podrían ser suficientes para promover el cambio necesario en el niño y su entorno familiar.


La psicoeducación familiar proporciona tres grandes ventajas que todos debemos conocer:


1. Permite conocer mejor el problema psicológico de base


Explicar a los niños o adolescentes, así como a sus familiares, las causas y los efectos del trastorno psicológico les permite comprender mejor lo que están viviendo. La intervención psicoeducativa les proporciona una explicación a lo que les ocurre, de manera que les ayuda a dar coherencia y sentido a sus experiencias brindándoles respuestas a muchas de sus preguntas.


De hecho, para muchas familias tener un diagnóstico puede ser liberador ya que les permite comprender vivencias que hasta ese momento no tenían sentido. Por eso, uno de los objetivos principales de las intervenciones psicoeducativas es ayudar a las familias a entender el mecanismo del trastorno psicológico para promover comportamientos más adaptativos y limitar los daños. Los niños y sus padres aprenden a identificar las señales de alarma para actuar antes de que sea demasiado tarde.


2. Desarrolla una actitud más positiva ante el problema psicológico


Para algunas familias, el diagnóstico es liberador. Para otras no. Algunos padres pueden preocuparse mucho o incluso sentirse aterrados. Otros pueden caer en estereotipos sobre la enfermedad mental. Son reacciones normales. No obstante, a través de la psicoeducación familiar podrán entender mejor lo que sucede, cambiar las creencias disfuncionales y desarrollar una percepción más objetiva y positiva de la enfermedad.


La psicoeducación brinda un espacio seguro de contención para que los niños o adolescentes y sus padres expresen sus aprensiones, temores e inseguridades, lo cual suele disminuir la sobreimplicación emocional, el hipercriticismo, la culpabilidad y la hostilidad, favoreciendo el acompañamiento y mejorando el clima familiar. Este tipo de intervenciones permite ajustar las expectativas y ofrece confianza a los padres y sus hijos para afrontar mejor el problema.


3. Potencia la calidad de vida y el bienestar


Las intervenciones psicoeducativas suelen mejorar la adherencia terapéutica. Los padres comprenden la importancia de seguir el tratamiento, por lo que muy pronto comienzan a notar una mejoría en el comportamiento del niño o adolescente y su calidad de vida aumenta, así como la de todos los componentes del núcleo familiar.


La psicoeducación familiar también brinda pautas de actuación claras, lo cual disminuye el estrés y aumenta la autoeficacia. Suele disminuir el sentimiento de incapacidad y permite planificar el futuro, lo cual reduce la ansiedad y genera un ambiente más propositivo para toda la familia. Las intervenciones psicoeducativas familiares también favorecen la descarga emocional de la angustia, el temor y el malestar, de manera que previenen la sobreexigencia o la sobreprotección. Al tener el espacio necesario, el desempeño funcional del niño o adolescente suele mejorar, a la par de su bienestar y equilibrio psicológico.


Por último, vale aclarar que las intervenciones psicoeducativas suelen estar en manos de un psicólogo. No obstante, otros profesionales con formación Psicología, como educadores que cursen programas de intervención educativa como los que ofrece Red Educa, también podrían adquirir los conocimientos y habilidades necesarios para detectar, orientar y apoyar a los niños que atraviesan problemas psicológicos y sus familias.


Jennifer Delgado Suárez

Enlace: https://rinconpsicologia.com/psicoeducacion-familiar-salud-mental/

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