Publicado: 23 de Septiembre de 2020

Vivimos en la sociedad de la inmediatez y queremos cubrir de forma rápida cualquier necesidad o deseo. Sin embargo, cuando lo que queremos es desarrollarnos en plenitud o sanar heridas emocionales, debemos invertir tiempo y ser sosegados.


Decidir emprender una terapia psicológica es un gran paso. Sin embargo, el proceso de sanación es más complejo, profundo y prolongado de lo que algunas personas pueden creer.


Para conseguir que la terapia resulte exitosa no solo debemos acudir puntualmente a la cita con el terapeuta: el trabajo que realiza el paciente entre sesión y sesión, en su casa, es de vital importancia.


Las emociones tienen su ritmo


Algunas personas, influenciadas por la prisa y la inmediatez con la que viven, se encuentran confundidas ante lo que supone realizar una terapia y pretenden llevarla a cabo con la misma impaciencia y urgencia con las que afrontan todos los demás aspectos de su vida.


Estas personas, sin tomarse la molestia de implicarse ni responsabilizarse en su proceso terapéutico, esperan obtener resultados rápidos y milagrosos inviertiendo poco tiempo y esfuerzo.


Pretender cambiar todos estos años en unas pocas semanas es algo totalmente descabellado e imposible. Las personas deben tomarse el tiempo necesario para que la sesión recién realizada repose y nos aporte todo su aprendizaje.


Paso 1: Reorganizar la información y preparar la siguiente sesión


La persona debe reorganizar la información obtenida en las sesiones anteriores y prepararse para la siguiente sesión. De hecho, yo siempre recomiendo a las personas que vienen a mi consulta, llevar un diario terapéutico para anotar las ideas, sueños y recuerdos que afloran entre sesión y sesión.


Toda esa información resulta sumamente útil para ayudarles a avanzar en la terapia.


Imaginemos, por ejemplo, que una persona ha estado trabajando la relación con su padre y hemos detectado una escena de su infancia que denota, claramente, la obediencia y el sometimiento que sufría en casa cuando su padre estaba presente.


En la semana, o semanas subsiguientes, con toda seguridad, la persona recordará espontáneamente otros momentos de su historia en los que haya experimentado este mismo sometimiento, ya sea con su padre o con otros personajes de su vida como maestros, compañeros de colegio, parejas, etc.. Toda esta información nos será muy útil para elaborarla en su siguiente sesión.


Paso 2: Asimilar los patrones dañinos que hemos detectado


El tiempo entre sesiones resulta imprescindible no solo para madurar las nuevas ideas, también, para dejar de reforzar los patrones dañinos del pasado que queremos cambiar. Hay que tener en cuenta que durante años hemos estado repitiendo pensamientos y actitudes negativas que nos acosan en nuestro presente.


Nuestro cerebro necesita tiempo para procesar los cambios, para dejar atrás los patrones antiguos y reforzar las nuevas conexiones, mucho más sanas, que deseamos para nuestro presente.


Necesitamos tiempo para reflexionar sobre las ideas que hemos ido interiorizando a lo largo de nuestra vida. Estas ideas, presentes en nuestro entorno y en nuestra familia, quizá nos están causando perjuicio en el present. Sin embargo, cambiar esta forma de pensar, de actuar y de comunicarnos con nosotros mismos requiere voluntad.


¿Cuántas sesiones de terapia son necesarias?


Si comprendemos la importancia de permitirnos tiempo para madurar una sesión antes de acudir a la siguiente, podemos deducir que no sirve de nada aumentar la frecuencia entre las sesiones para tratar de acelerar el trabajo terapéutico. Esto supondría una innecesaria pérdida de energía y de dinero.


Hace algunos años, antes de que ofreciera terapia on-line, recibí la llamada de un actor muy famoso que vivía a más de 500 kilómetros de donde tengo mi consulta. Se mostró muy interesado en mi forma de trabajar y, puesto que iba a pasar sus vacaciones en Marbella, estaba dispuesto a desplazarse a diario hasta Málaga para realizar una sesión al día conmigo hasta finalizar su terapia.


Tras asimilar lo que me estaba proponiendo, le expliqué que la mente humana no funciona así de rápido y que necesita tiempo para procesar lo que trabajamos en cada sesión. Le dije que no le sería beneficioso realizar una sesión diaria.


Frente a este caso, podemos oponer el de Manuel, un chico joven que trabajaba por horas en una gasolinera y que no podía permitirse acudir todas las semanas a terapia. Venía cada dos o cada tres semanas pero se tomaba muy en serio el trabajo entre sesiones.


En cuanto llegaba a casa, hacía un resumen de su sesión. También, durante las semanas transcurridas entre sesiones, anotaba en su diario todos los sueños, ideas y reflexiones, relacionadas con su terapia e, incluso, trazaba dibujos y esquemas sobre lo que estábamos trabajando. Como podéis imaginar, todo este empeño que ponía Manuel entre sesiones, se traducía en unos avances formidables en su terapia.


Le llevó tiempo, el tiempo necesario, pero, gracias a su trabajo terapéutico en las sesiones y entre sesiones, Manuel puedo resolver sus problemas de ansiedad y baja autoestima.


Ramón Soler

Enlace: https://www.cuerpomente.com/blogs/ramon-soler/que-hacer-despues-de-una-sesion-con-el-psicologo_4778

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