Publicado: 20 de Noviembre de 2022

La infancia es una etapa fundamental en la que no hay solo diferencias cuantitativas con respecto a la adultez, sino también varias cualitativas.

A nivel psicológico, los niños y niñas no son distintos a los seres humanos plenamente desarrollados porque les falte información acerca de cómo funciona el mundo; lo que da forma a su manera de pensar, de comportarse y de sentir no se reduce a la relativa ausencia de conocimiento, sino que tiene que ver también con las características físicas y funcionales de su cerebro. Por eso en los primeros años de vida los pequeños son capaces de aprender con mucha rapidez, y también por eso una alteración psicológica en esta edad puede dejarles fácilmente una marca duradera.

Y es que la mente infantil se caracteriza por su sensibilidad a lo que llega desde el entorno, algo con implicaciones tanto en su capacidad de aprendizaje como en su salud mental. Por ello, en este artículo abordaremos el tema de qué ocurre cuando se produce una alteración psicológica en la infancia, y a qué se debe esto.


¿Cuáles son los principales efectos de las alteraciones psicológicas en la infancia?


No es que los niños y niñas sean propensos a desarrollar psicopatologías ante prácticamente cualquier vivencia cotidiana; a fin de cuentas, el desarrollo del sistema nervioso ha sido condicionado por la selección natural ejercida durante cientos de miles de años, y ninguna especie de mamífero podría sobrevivir si sus crías fuesen tan sensibles a las adversidades de la naturaleza. Pero sí que es cierto que están menos equipados que los adultos a la hora de afrontar experiencias que les desbordan emocionalmente, y esta diferencia a menudo es pasada por alto por los padres, madres o cuidadores en general. Por eso es importante tener en cuenta los fenómenos que veremos a continuación y que se desencadenan cuando los niños y niñas sufren alteraciones emocionales causadas por vivencias generadoras de malestar.


1. Son proclives a desarrollar un trauma


Durante los primeros años de vida somos más vulnerables ante las experiencias traumáticas. Estas pueden hacer que nuestra memoria emocional no procese adecuadamente los contenidos asociados a un recuerdo doloroso sobre lo que nos ha ocurrido, de manera que cada vez que esos recuerdos nos vienen a la consciencia, sufrimos una crisis por desestabilización mental. Este fenómeno puede ocurrir a cualquier edad, aunque cuando ocurre en los primeros años tiene una mayor capacidad de desgaste en la salud mental a largo plazo debido al efecto “bola de nieve” que genera en una etapa de la vida en la que muchas cosas nos dan miedo o nos hacen sentir inseguros.


2. Dirigen la frustración hacia sí mismos o hacia los demás


Cuando los pequeños se sienten muy frustrados o experimentan ira por algo que les ha pasado, suelen atribuir “la culpa” trazando líneas muy claras entre quienes son los responsables de lo ocurrido y quienes no. A menudo, culpan únicamente a otra persona cuando sufren un problema causado por ellos mismos, o se culpan a ellos mismos tras sufrir ataques o acoso en el colegio. Se trata de una tendencia al pensamiento dicotómico, libre de matices, algo debido a que su capacidad de pensamiento abstracto aún no está desarrollado del todo y que si bien les ayuda a aprender sin sentirse constantemente confundidos ante la complejidad del mundo, les puede llevar a sufrir mucha culpa ante situaciones injustas hacia ellos, o a adoptar una actitud hostil que empeora sus relaciones con los demás.


3. El aislamiento social tiene efectos más profundos


Cuando nos pasa algo que nos desborda emocionalmente debido a los síntomas ansiosos o depresión que nos hace vivir, es posible que optemos por aislarnos socialmente algo más; sin embargo, esto no afectará significativamente a nuestra personalidad ni a nuestras habilidades sociales. Sin embargo, en la infancia sí puede retrasar la adquisición de habilidades sociales y hacer cambiar buena parte de la estructura de los patrones de comportamiento del niño o niña, dado que la personalidad aún se está formando.


4. Las primeras relaciones influyen mucho en cómo se relacionarán como adultos


Finalmente, cabe destacar que en la infancia aprendemos los aspectos más relevantes acerca de cómo funcionan las relaciones personales, y estos aprendizajes permanecen en estado latente condicionando nuestra “filosofía” a la hora de iniciar y gestionar relaciones de amistad, familiares y de pareja durante los años posteriores. Esto se debe a que, en primer lugar, esas experiencias nos marcan emocionalmente, y no intelectualmente; aprendemos qué esperar de los demás al experimentar cómo nos sentimos ante la ausencia o presencia del padre o de la madre, y a partir de ahí instruimos una serie de explicaciones sobre las relaciones a medida que desarrollamos la capacidad de usar el lenguaje. Por eso, si esas primeras tomas de contacto son generadoras de estrés o malestar general, esto alterará para mal el modo en el que nos relacionamos en la adultez si no disponemos de apoyo psicológico profesional.


Psicología y Mente

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