Publicado: 2 de Septiembre de 2021

Ser indeciso suele vivirse como una especie de “maldición”. A muchas personas puede parecerle una cualidad irritante y desadaptativa. Otras pueden llegar a detestar esa peculiaridad. Las personas indecisas incluso pueden parecer poco fiables porque no solo tardan en tomar decisiones, sino que a veces también cambian de opinión.


De hecho, nuestra sociedad siempre ha promovido la consistencia y estabilidad, alabando a quienes se mantienen fieles a sus principios, convicciones y decisiones. Sin embargo, lo cierto es que a veces esa estabilidad en los juicios, decisiones y comportamientos puede rozar la rigidez, alejándose de la flexibilidad imprescindible para adaptarnos a un mundo en constante cambio.


La ventaja de las personas indecisas


Imagina por un segundo que alguien vive frente a ti una situación común en las comedias antiguas: una persona resbala con una cáscara de plátano. La mayoría de la gente se formará un juicio precipitado sobre la víctima y asumirá que es torpe, lo cual se conoce como sesgo de correspondencia o de atribución fundamental. En práctica, se trata de la tendencia a atribuir un comportamiento a las cualidades de una persona porque no tenemos en cuenta el contexto. No pensamos en que, en esa situación, cualquier persona podría resbalar, incluso nosotros.


En cambio, cuando juzgamos nuestro comportamiento nos centramos más en el contexto para justificar lo que nos ha ocurrido. Es lo que se conoce como “sesgo egoísta” y nos ayuda a vernos bajo una luz más favorable ya que buscamos razones externas que avalen nuestros comportamientos o expliquen nuestra mala suerte. Por tanto, si fuésemos nosotros quienes resbalásemos, es probable que no lo atribuyésemos a nuestra torpeza, sino a la presencia de la cáscara de plátano en el suelo.


Psicólogos de la Universidad de Colonia analizaron estos sesgos atribucionales en las personas indecisas y las menos ambivalentes. Se preguntaron si la indecisión puede brindar cierta ventaja a la hora de juzgar los comportamientos de los demás.


Así comprobaron que las personas más decididas y poco ambivalentes suelen apresurarse al realizar atribuciones extremas cuando juzgan los comportamientos ajenos, de manera que las fuerzas entre las atribuciones internas y externas se desequilibran. En cambio, las personas indecisas y más ambivalentes son capaces de analizar tanto los factores externos como internos y realizar atribuciones más sensatas.


Los investigadores sugieren que el motivo por el que las personas indecisas son menos propensas a ese sesgo es que “la ambivalencia conduce a un procesamiento más amplio y a la incorporación de diversas perspectivas”. Las personas más indecisas “no ven el mundo como exclusivamente bueno o malo, sino más mezclado y lleno de oposición evaluativa”, indicaron.


Eso significa que sopesan con más detenimiento todas las variables que intervienen en la ecuación, lo cual les permite realizar juicios más ecuánimes que sus contrapartes más decididas. De hecho, ser indeciso puede permitirnos valorar diferentes alternativas para solucionar los problemas y tomar decisiones más informadas, lo cual podría hacer que nos arrepintamos menos cuando finalmente tomamos un camino.


El precio de la indecisión


Sin embargo, esa evaluación más equilibrada del mundo y de los demás tiene un costo. Una decisión rápida sería el equivalente mental a quitarnos de una vez una tirita de una herida. Puede ser doloroso, pero se acaba rápido. En el caso de los indecisos crónicos, esa dificultad para resolver el conflicto puede generar tensión, preocupación y un estado mental negativo general que se prolongará hasta que no tome una decisión.


¿La solución? Desarrollar un proceso de toma de decisiones adaptativo en el que no solo tengamos en cuenta los pros y los contras de las diferentes opciones sino también dejarnos llevar por la intuición. Cuando se trata de decisiones intrascendentes o poco importantes, no tiene sentido someternos a una gran carga cognitiva y emocional innecesaria. En esos casos, la inteligencia intuitiva puede encargarse.


En cambio, cuando se trata de decisiones vitales importantes, tomarnos el tiempo que necesitemos para sopesar todas las alternativas y no apresurarnos en la decisión nos permitirá elegir de manera más sabia.


Jennifer Delgado Suárez

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Imagen: Adobe Spark Post