Publicado: 7 de Enero de 2018

Mover un pie mientras estamos sentados, pasarse la mano por el pelo, hacer una especie de guiño, morderse las uñas, lamerse los labios, crujirse los dedos, sacudir la cabeza, suspirar, resoplar, carraspear… 

La lista de manías o tics es prácticamente infinita y va desde aquellos movimientos que pasan prácticamente desapercibidos hasta los que son mucho más evidentes y molestos, sin olvidar los que pueden ser potencialmente dañinos puesto que caen en el terreno de lo patológico.

Todos tenemos tics

Los estudios científicos se centran fundamentalmente en las formas más graves de los trastornos neuro-conductuales, como el síndrome de Tourette, que se caracteriza por la presencia de tics motores y verbales que llegan a ser extremadamente molestos para la persona y su entorno. Sin embargo, lo cierto es que todos realizamos comportamientos repetitivos y no funcionales. Incluso podríamos decir que esos tics nerviosos son un barómetro de nuestro nivel de tranquilidad o ansiedad.

Vivir en un entorno social muy demandante nos predispone a desarrollar esas manías. A lo cual se le suma el estrés y la prisa, que no ayudan precisamente a que el cerebro pueda poner freno a esos tics. Aunque lo más curioso es que muchas personas no son plenamente conscientes de esos gestos, movimientos o vocalizaciones automáticas. Esos tics se han automatizado hasta tal punto que ni siquiera los notan, son los demás quienes suelen apuntar su existencia.

Los 3 tipos de tics

Los tics nerviosos son movimientos involuntarios de un pequeño grupo de músculos o vocalizaciones de corta duración. Los psicólogos han dividido esos “comportamientos motivacionales no funcionales” en tres categorías.

1. Tic clásico. Se trata de tics motores que implican movimientos como respuesta a un estímulo de tensión. Ese estímulo es algo parecido a cuando sentimos una comezón, que nos impulsa a rascarnos inmediatamente, sin pensar en ello, como un acto reflejo. No obstante, también hay tics verbales simples, como aclararse la garganta, inspirar o carraspear. El factor común de estos tics es que suelen aparecer de manera repentina y son percibidos como más bruscos.

2. Tic fluido. En este caso, los movimientos no suelen estar provocados por un impulso repentino e irresistible, por lo que son mucho más fluidos y rítmicos. Un ejemplo es cuando damos golpecitos rítmicos sobre una superficie con los dedos o un lápiz, movemos nerviosamente los pies u oscilamos el cuerpo mientras estamos en una fila. Se trata de movimientos repetitivos y constantes que solo desaparecen cuando se alivia la tensión.

3. Tic repetitivo y compulsivo. Estos movimientos se centran en el cuerpo, y aparecen de manera repetitiva, pero no intempestiva. Tal es el caso de morderse las uñas o halarse el cabello. Suelen estar relacionados con rasgos de personalidad obsesivos y una tendencia al perfeccionismo.

Una necesidad que nace en la infancia

La mayoría de las conductas repetitivas que desplegamos como adultos tienen su origen en la infancia. Un cerebro inmaduro, incapaz de reconocer y procesar las emociones como un adulto, recurre a la actividad motora para lidiar con las situaciones estresantes. Por eso, muchos niños suelen desarrollar tics nerviosos.

Lo curioso es que esos tics suelen surgir entre los 6 y 10 años de edad, que es cuando el niño comienza a gestionar mejor sus sentimientos hallando una vía para canalizarlos de forma más "adulta" y socialmente aceptable. En práctica, el tic se convierte en un movimiento repetitivo que vamos "suavizando" para que pueda acompañarnos en las situaciones sociales.

Por eso, muchos psicólogos consideran que en realidad los tics no desaparecen del todo sino que aprendemos a controlarlos mejor, de manera que pasan un poco más desapercibidos en los diferentes contextos. El problema puede aparecer en las situaciones de gran tensión, cuando no podemos ejercer el mismo grado de autocontrol y esos movimientos son más intensos y evidentes.


Un gesto para aliviar la tensión en situaciones estresantes

Neurocientíficos de la Universidad de Columbia explican que todos estos comportamientos están relacionados con un área del cerebro llamada ganglios basales, que está implicada en el control de las funciones motoras. Los ganglios basales son como el centro de control del movimiento del cerebro. 

En práctica, cuando las situaciones son frustrantes o estresantes, los ganglios basales seleccionan, o no inhiben correctamente, un comportamiento motor predefinido, estereotipado y habitual. De hecho, los animales también tienen esos gestos para aliviar la tensión. Cuando se sienten ansiosos o están aburridos pueden balancearse, caminar en círculos o lamerse compulsivamente.

La principal característica de esos movimientos repetitivos es que no demandan recursos cognitivos, podemos realizarlos automáticamente aunque nuestra mente esté desbordada. De hecho, el cerebro incluso puede percibirlos como una recompensa, que estimula la producción de neurotransmisores que nos permiten calmarnos.

En este sentido, un estudio realizado en la Universidad de Nueva York descubrió que en un cerebro sano, los movimientos repetitivos como los tics están relacionados con un aumento de la producción de serotonina, la cual ayuda a estabilizar el estado emocional, inhibe la agresividad y mejora el estado de ánimo, particularmente cuando nos sentimos estresados o deprimidos.


¿Cuándo los tics nerviosos son motivo de preocupación?

La mayoría de las personas no recurre a un psicólogo para eliminar esos pequeños tics, sobre todo porque esos movimientos o vocalizaciones les ayudan a aliviar la ansiedad momentáneamente, son como una válvula de escape. Sin embargo, algunas manías pueden llegar a convertirse en un problema.

Es necesario buscar ayuda si:

- El tic es un comportamiento automutilante, como morderse las uñas o el pelo, ya que esto puede empeorar y terminar causando otros problemas de salud.

- El tic está fuera de control y llega a causar molestias en la vida cotidiana o afecta el desempeño.

- El tic es involuntario y rápido, y va empeorando, ya sea porque se vuelve más intenso, es más frecuente o se suman nuevas variantes.

Jennifer Delgado Suárez 

Enlace: https://www.rinconpsicologia.com/2017/10/todos-tenemos-al-menos-un-tic-que.html?m=1