Publicado: 17 de Julio de 2019

El violinista en el metro fue un experimento social que se llevó a cabo para probar que miramos sin ver. Se realizó por primera vez en el año 2007 y luego se repitió siete años después. Su protagonista fue el famoso violinista Joshua Bell y básicamente probó que los seres humanos somos buenos ignorando la belleza.

El experimento fue organizado por el diario Washington Post. Partía de una pregunta: ¿será capaz la belleza de captar la atención de las personas, si es presentada en un contexto cotidiano y en un momento inapropiado? En otras palabras: ¿cómo de capaces son las personas de reconocer lo bello fuera de los escenarios en los que esperamos que se sitúe? 

El resultado final mostró que miramos sin ver y oímos sin escuchar. Probablemente, nos dejamos llevar demasiado por las apariencias y además estamos tan ensimismadosque no somos capaces de descubrir los diamantes que brillan entre la hojarasca.

«Cada cosa tiene su belleza, pero no todos pueden verla«.

-Confucio-

Joshua Bell, un virtuoso

Joshua Bell es uno de los mejores violinistas del mundo. Nació e Indiana (Estados Unidos), en 1967. Siendo muy pequeño, sus padres lo vieron reproduciendo el sonido del piano que tocaba su madre, con unas bandas de caucho. Tenía tan solo 4 años. Su padrele compró un violín y a los 7 años el chico ya estaba dando su primer concierto.

Lo más característico de Joshua Bell es su amor por la música clásica y su defensa de una idea: debe estar al alcance de todos los públicos. No es uno de esos maestros que piense que es válida solo en determinados ambientes o para un público formado.

Bell ha aparecido en Plaza Sésamo y ha participado en la creación de múltiples bandas sonoras para películas comerciales. De hecho, interpretó el tema central de la película El violín rojoy sirvió como doble del protagonista en varias escenas. Por eso el Washington Post pensó que Joshua Bell era el personaje más indicado para su experimento social.

El experimento

El experimento del violinista en el metro consistía en poner a tocar violín a Joshua Bell en una estación muy popular del metro de Washington, a una hora de alto tráfico de personas. Bell quiso interpretar la música con su costoso violín Stradivaruis, avaluado en más de tres millones de dólares.

Los diseñadores del experimento estimaban que entre 75 y 100 personas se iban a detener a escucharlo. También que Bell conseguiría al menos 100 dólares, durante la hora que duraría su actuación. Al fin y al cabo, tres días antes había dado un concierto en el que el público había pagado esos 100 dólares para escucharlo en sillas no muy bien ubicadas.

El día señalado fue el 12 de enero de 2007, a las 7:51 de la mañana. Bell se presentó vestido con una camiseta de manga larga, pantalones vaqueros y una gorra. Comenzó interpretando una obra de Johann Sebatian Bach, luego siguió haciendo su magistral interpretación con el Ave María de Shubert y otra serie de piezas. Pronto se hizo evidente que miramos sin ver y oímos sin escuchar.

Miramos sin ver y oímos sin escuchar

En total, el prodigio del violín estuvo tocando durante 47 minutos. En ese lapso, 1.097 personas pasaron por su lado. Para gran sorpresa de todos, solamente seis de ellas se detuvieron a escucharlo. En total obtuvo 32 dólares y 17 céntimos por su actuación. Joshua Bell dijo luego que lo más frustrante fue terminar sus interpretaciones y ver que nadie aplaudía.

Solo hubo una mujer que lo reconoció y un hombre se detuvo a escucharlo durante seis minutos. Era un joven de 30 años llamado John David Mortensen. Un funcionario del departamento de energía del Estado. Manifestó después que los únicos clásicos que conocía eran los clásicos del rock. Sin embargo, la música de Bell le pareció sublime y por eso se detuvo a escucharlo. «Sentí paz«, dijo.

La prueba de que miramos sin ver y oímos sin escuchar es que la mayoría de los transeúntes se mostraron completamente indiferentes al espectáculo. Para Bell también fue descorazonador sentirse tan ignorado. Por eso, siete años después volvió a tocar en el mismo lugar, pero precedido de una gran publicidad.

Esta vez sí se reunieron cientos de personas a su alrededor. El objetivo era acercar a los jóvenes a la música clásica y Bell hizo un pequeño concierto didáctico. Lamentó que tantas personas en el mundo fueran incapaces durante muchos momentos de identificar al belleza y quiso poner algo de su parte para superar esa deficiencia.

Gema Sanchez Cueva

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