Publicado: 3 de Noviembre de 2020

Hay personas que manipulan, maltratan, torturan, violan e incluso asesinan. Son personas disfuncionales –con una historia personal pavorosa– que carecen de empatía para ver a los demás como seres humanos con las mismas emociones y los mismos derechos que ellos.


Viven en nuestro entorno, en casa de nuestros vecinos y, a veces, incluso en nuestra propia casa. ¿Somos siempre conscientes de estar conviviendo con una persona de estas características? A veces, sí. En otras muchas otras ocasiones, no.


¿Monstruos de leyenda o de verdad?


Desde hace miles de años, las leyendas, religiones y mitos han buscado formas simbólicas de explicar la maldad y las atrocidades que cometen algunas personas hacia otras. Nos han presentado el mal encarnado en demonios que manipulan a los hombres para empujarles a perpetrar toda serie de monstruosidades. Algo que sigue ocurriendo ahora en series y películas.


Quizá esta imagen histriónica de la maldad es la que nos impide a veces identificar la maldad en los seres humanos que nos rodean, puesto que son aparentemente normales. Sin cuernos. Sin nada especial que los identifique.


A menudo vivimos (o incluso nos casamos) con personas que actúan como demonios pero no terminamos de identificarlos con esa imagen de la maldad.


Estos sujetos son psicópatas integrados, como dice el psicólogo Iñaki Piñuel. En su entorno laboral y social parecen excelentes pero al llegar a casa enseñan su rostro menos amable.


Se comportan como auténticos sádicos controladores, manipulando a través del chantaje psicológico y castigando –a veces torturando– con crueldad a quienes osen llevarle la contraria. Y lo hacen de tal modo que incluso quienes sufren sus continuos maltratos pueden llegar a no ser conscientes de ello.


Convivir con una persona así puede ser lo más parecido a tener al demonio en casa. Pueden llegar a ser muy violentos, tienen aterrorizada a la familia y, en los casos más extremos, pueden llegar a asesinar.


Desenmascar a un maltratador


Evidentemente, estas personas tan disfuncionales y tan desconectadas de la realidad, jamás vienen a terapia, pero sí lo hacen sus víctimas. Son sus parejas o sus hijos quienes solicitan ayuda psicológica cuando llegan a una situación de extrema desesperación que les hace superar el miedo que le tienen.


Fue el caso de Virginia, una paciente que acudió a mi consulta con síntomas depresivos. A la primera cita informativa vino acompañada por su marido. Se mostró muy preocupado por la salud de su mujer y, según me dijo, dispuesto a colaborar en lo que fuera necesario para ayudarla.


Ella me contó que se encontraba cada vez más desanimada y que no lograba disfrutar con nada de lo que antes le gustaba. No encontraba motivo para sentirse así. Sin embargo, en una de sus primeras sesiones ella se imaginó perseguida por un demonio.


Al principio se asustó muchísimo. Percibía las perversas intenciones del demonio, que quería atraparla y arrastrarla con él. Virginia sentía cómo, a medida que el demonio se acercaba a ella, este le iba absorbiendo su energía vital e, incluso, le llegaba a arrebatar las ganas por seguir luchando.


Me contó que así era como se veía a sí misma, en su día a día, cada vez más hundida, sin energía, sin ganas de seguir adelante.


¿Quién era ese demonio? A veces nuestro inconsciente recurre a símbolos para mostrarnos lo que realmente está sucediendo en nuestro interior y le pedí que buscara una cremallera en ese demonio para abrir el disfraz y ver quién se encontraba dentro, haciéndose pasar por un demonio.


Para su sorpresa, cuando Virginia abrió la cremallera, descubrió que quien estaba disfrazado de demonio era su marido. Esta información fue muy impactante, una auténtica conmoción, para ella.


Aparentemente su marido se preocupaba por ella (recordemos que la acompañó el primer día, muy preocupado). Sin embargo, a medida que Virginia asimilaba la imagen del demonio transformado en su marido, comenzó a ser consciente de las manipulaciones psicológicas, los desprecios, los insultos y todas las estrategias que este utilizaba para arrebatarle su valor, para controlarla y para mantenerla sometida.


Cómo pueden someternos estas personas


A raíz de esta sesión, Virginia abrió los ojos y se percató de todas las manipulaciones a las que la sometía su marido. En primer lugar, no la dejaba controlar el dinero, sino que le daba una pequeña cantidad para que se encargara de las compras semanales y le revisaba en qué gastaba cada euro.


Tampoco la dejaba salir de casa sola, sino que siempre buscaba la manera de acompañarla. Usaba el miedo para someterla: “te puede pasar algo, es peligroso, mejor te llevo yo”. Y si, en alguna ocasión, tenía que ir ella sola, le monitorizaba cada uno de sus movimientos desde el móvil (gps, whatsapp).


Por otro lado, siempre que él cometía algún error, encontraba la manera de culparla a ella de todo. Si él tiraba algo, era ella la que no debía haber puesto eso ahí. Si él se daba un golpe con el martillo, era porque ella le había despistado. Incluso en un par de ocasiones su rabia se había desatado hasta el punto de llegar a agredirla físicamente, dándole un manotazo o sujetándola fuertemente por la muñeca.


No era el demonio quien quería poseer a Virginia, era su marido el que la tenía tan oprimida y subyugada que le estaba robando su energía y sus ganas de vivir.


Ante el terror que sentía en su casa y la dura situación que la mujer llevaba años viviendo, su mente prefirió verse perseguida por demonios, antes que asumir que convivía con un maltratador. Sin embargo, gracias a su trabajo terapéutico, Virginia pudo ver la realidad y comprender quién era su verdadero demonio.


Tras esta toma de conciencia, Virginia fue trabajando su autoestima para empoderarse, tomar fuerza y dejar a su marido maltratador, a ese demonio muy humano y real que la estaba dejando sin vida.


Ramón Soler

Enlace: https://www.cuerpomente.com/blogs/ramon-soler/convivir-con-un-monstruo-sin-saberlo-cuando-tu-pareja-te-esta-maltratando_4734

Imagen: Adobe Spark Post